Cuando estaban 0-0 siempre pareció que iba a convertir el primer gol. Cuando perdía, al cabo de una acción muy interesante de Boca, una embestida incontenible del equipo de Falcioni; siempre mereció el empate. Pocas veces corrió algún riesgo de que Boca llegase el segundo gol.
El mejor partido de Boca después del que jugó frente a San Lorenzo de Almagro, no le permitió ser superior nunca a Vélez Sarsfield. La forma de jugar, de cuidar la pelota, el movimiento de los jugadores, la habilidad de algunos de ellos, la convicción ofensiva que tiene el equipo de Gareca lo sitúan por encima, un escalón arriba, del resto en la actualidad. Ni siquiera Boca, que por promedio de los últimos dos años ha sido el mejor, pudo sobreponerse a esta superioridad. Ganó el partido, alivió la situación en la tabla y también la de Falcioni, porque con actuaciones como esta quizás le cueste mucho más a Boca desprenderse de un director técnico que le ha dado, indudablemente, muy buen resultado.
Pero todo eso no evitó que uno pudiese apreciar el fútbol extraordinario en Lucas Pratto, en la zurda notable del Pocho Insúa en el primer tiempo, en el andar incisivo de Iván Bella cada vez que tomaba contacto con la pelota, en la rotación del balón, en la tenencia del mismo Vélez se mostraba como un equipo que justifica, independientemente del resultado, por qué está en lo más alto de la tabla de posiciones. Todavía puede mantener ese lugar, aunque tenga que compartirlo si Lanús gana esta tarde.
Hubo algunas actuaciones individuales que resaltaron. Al caer la tarde entre el gris impresionante que se había ubicado muy bajo del lado de la Ciudad, el cacho de sol que todavía resplandecía detrás de la tribuna que da a la provincia de Buenos Aires, hacia el oeste, parecía una metáfora de lo que el partido era. Había un borbollón de jugadores de actuaciones parejas en todo el terreno. Pero había un verdadero sol dentro de la cancha y, extrañamente, ese sol era el Flaco Schiavi; jugando un partido tan perfecto como hacía tiempo que no se le veía. Con un rendimiento que fue quizás el muro más importante que no pudo saltar el ataque de Vélez Sarsfield. Al cabo ofrecieron un partido siempre tenso, siempre dinámico, siempre jugado al límite, en el mejor sentido de la expresión. Con un esfuerzo que se mantuvo parejo en los dos equipos durante todo el partido, frente a la temperatura de enero que hubo que sobrellevar en el atardecer porteño.
Hubo una actuación interesante de Boca, una manifestación de calidad indiscutible de Vélez y un partido que fue de lo mejor que ha entregado este campeonato, que no pasará, por cierto, al mejor de los recuerdos. A Vélez todo le salió más barato cuando, desde Rosario, insólitamente los relatores cantaban los goles de All Boys, que dejó al equipo del Tata Martino preguntándose qué trole hay que tomar para seguir.
Víctor Hugo