Como en el segundo tiempo, cuando los técnicos responden con un cambio al que acaba de ocurrir en el rival, los dirigentes de River y Boca hacen sus movimientos ajedrecísticos: River hizo Peón4Rey; Boca respondió como el que quiere romper el equilibrio
A Ramón Díaz, Boca está por contestarle con el nombre de Bianchi. En ambos casos hay un gran éxito mediático que insufla mayor interés a cualquier torneo y una expectativa favorable de los hinchas. La simpatía y el estilo socarrón de Ramón, siempre seguro de sí mismo, asumiendo la presión a cambio de quedarse con la mayor porción de gloria si se dan los éxitos. En cuanto a la forma, no hay otro como él para el paladar del hincha de River. La oferta de Ramón, no siempre cumplida pero bien disimulada, es un fútbol ofensivo.
Carlos Bianchi retorna como si fuese el Papa. Entra a la Bombonera con la aureola de respeto de los que no tienen nada que discutir con nadie. Está más grande, lo cual es inexorable para todos los mortales, lleva un tiempo sin dirigir, pero si sus ganas están intactas, sabrá transmitir las coordenadas de su gran trayectoria. Bianchi puede permitirse no hacer declaraciones rimbombantes de principios. Proclamar esto y lo otro, y ser el sostén de un equipo equilibrado, sobrio, austero, al que es muy extraño ver desacomodado. Si el reproche a Falcioni venía por el lado de “ser ofensivo”, la llegada del Virrey no significa un cambio drástico, pero el crédito es diferente. Que sabe, Bianchi sabe. Las objeciones se abalanzaron sólo en los tiempos de su actuación como manager, época que más vale olvidar.
Pero eso pasó. El Bianchi que vuelve, como aquellos héroes de las películas de cowboys en el trasluz de un atardecer rosado, es el mejor Bianchi posible. El futbolero.
Se terminó eso de que Passarella no lo quiere al Pelado o Macri a Bianchi. Se hace lo que el pueblo anhela. Él es el verdadero supremo.
Víctor Hugo