Tanto en Liniers como en el Monumental, el fútbol del sábado y del domingo dejó dos ganadores inobjetables ante rivales que buscaron con todo lo que tuvieron, más poco que mucho, el empate que nunca les llegó.
Los relatores se mueren de hambre cuando los partidos son malos, y disfrutan de la profesión cuando se dan espectáculos atrayentes como los que les tocaron en suerte, a este narrador durante el fin de semana. Ya venía dulzón con el partido que Vélez, acalambrando a Boca con su superioridad, había ganado por uno a cero.
Sólo uno a cero. Y el resultado dejó latente hasta el final las posibilidades para que el equipo de Bianchi revirtiera el resultado. Y cabe decir, aun aceptando la superioridad incuestionable de la gente del Turu, que antes del gran gol de Mauro Zárate, Sosa daba manotones de ahogado en el área menor ante una embestida de Gigliotti. Y Sánchez Miño estrellaba un tiro libre en el ángulo. Sin embargo la autoridad del elenco de Liniers lo hizo merecedor del triunfo, pero el mismo estuvo comprometido hasta el final. Terminó siendo muy aliviador el silbato del cierre.
River y San Lorenzo por su parte hicieron del domingo radiante de Buenos Aires, un buen recuerdo futbolero. Y si cambiamos los nombres, poniendo River donde antes decía Vélez y San Lorenzo en el lugar de Boca, el comentario es el mismo.
Claramente fue mejor River, a favor de los cambios del Patón Bauza motivados por la rotación en los dos campeonatos que juega, pero con aflicción durante todo el desarrollo para los Millonarios. El gol magnífico de Teófilo Gutiérrez, precedió otras acciones del propio jugador colombiano y de Lanzini, pero San Lorenzo aprovechó algún corner o tiro libre para que los hinchas de River se mirasen acongojados por el peligro que habían afrontado.
Y cuando en el segundo tiempo se reiteraban las jugadas con brillo del equipo de Ramón, San Lorenzo se fue potenciando con los cambios. Entonces el partido que River debía ganar por dos goles como mínimo, no terminaba de definirse, dejando abierto el resultado que andaba envuelto en la incertidumbre.
Sólo faltaba la vereda de enfrente, como en algún poema porteño de Borges. Una cierta melancolía trae el futbol cuando los hinchas de un equipo se quedan sin referente para gritarle su alegría. Uno solo no se basta para eso. Tienen que estar los otros para gozarlo. Pero el fútbol no se ha portado bien, y este domingo 6 mil hinchas millonarios tuvieron que ver el partido por televisión porque uno de esos 6 mil, el otro día (contra Godoy Cruz) lanzó un maderazo con punta que pudo matar un jugador del elenco mendocino. La sanción era inevitable, pero River merecía que la misma fuera acotada, sin privarle de ocupar el estadio a la gente que va a las otras tribunas.
De no ser asi, se hubieran perdido un partido que a River no le asegura nada, pero le da un poco de aire, como al boxeador acorralado que se saca el rival de encima y arma otra vez su guardia. Nada más que eso, pero no es poco.