La final rioplatense de juveniles recupera no solamente el título para la Argentina, sino también el carácter protagónico del Río de la Plata. El estupendo triunfo del equipo de Grondona, ocurrido en un partido magnífico a juicio de este cronista y como si se pasara un trapo por la tierrita de un bronce antiguo, le dio brillo a la propia historia del fútbol y de la categoría.
El ida y vuelta sostenido con las paredes interiores clásicas de los argentinos y el desborde por los costados de Uruguay, tuvieron a los comentaristas en suspenso, sin atinar a ninguna clase de pronóstico durante el desarrollo. Era imposible.
La celeste estaba en el pecho de jugadores emprendedores, veloces y algunos de ellos con una técnica que los distinguirá rápidamente en el fútbol internacional. Esa capacidad obligó a saltar un obstáculo a mayor altura de lo que se había topado en el desarrollo del torneo.
El esfuerzo fue apreciable y la Selección Argentina, en el marco de la sostenida paridad del segundo tiempo, había tomado una luz de ventaja. Correa y Simeone consiguieron volar más alto que los delanteros uruguayos, pero siempre en el marco de un partido que daba vueltas en el aire.
Ganó Argentina y su victoria, saludada sin reproches, aun por el periodismo local, la ubica en escenarios que nunca se podrá explicar por qué había abandonado. La crisis de los juveniles es de los hechos más extraños que haya vivido el fútbol de este país. Si se mira la formación de equipos que se frustraron, las razones son parte de un verdadero misterio.
LA EXPERIENCIA. Pero allí esta otra vez el fútbol rioplatense donde le corresponde. El carácter vendedor de estos mercados auspicia la presencia de jugadores que en Uruguay y Argentina aparecen muy temprano en la primera división.
Correa no es un “juvenil”. Es un jugador con traqueteo en la Primera. Ha sido ungido como un fenómeno y lo bajaron de un escobazo los avatares del resultadismo. Ha sufrido, ha peleado a los codazos en el área contra tipos de barba crecida, ha bebido gloria y frustración, se ha vuelto casi rico, se abre paso en Europa. Y lo que se dice aquí sobre Correa vale para casi todos los muchachos.
El mérito de Grondona es que fueron muchos los equipos de más de una década que contaban con ese plus y no llegaron a los objetivos. El triunfo ante Uruguay (decorado de antemano por haberle ganado a Brasil, en el otro gran clásico sudamericano) tiene el valor de jugar entre pares. Fue la final lógica de este tipo de torneos y en ese lance ganó bien y de visitante. Ganó con fútbol y entereza. Ganó con perspectivas ciertas de un futuro de finales en los torneos para los que se ha clasificado.
LOS PREJUICIOS. Finalmente, cabe decir en esta nota que se advierte una cierta reticencia a incorporar a Grondona a los elogios. Prejuicios que promueven los apellidos. Grondona seguramente sabe mucho más de lo que se supone por ser “hijo de”.
El viejo Grondona también sabía de fútbol. Y este Grondona ha estado cerca de varios popes del fútbol. Seguramente a este seleccionado le dio la argamasa que otros equipos anteriores no tuvieron y esa, sin dudas, también es parte de la explicación de este éxito refrescante del verano, después del largo invierno adormecido.
La Argentina (y Uruguay también) ha vuelto por sus fueros, como solía decirse.