Mi Padre

Mi padre estaba adentro, con sus compañeros, y el pueblo afuera.

Yo había acompañado a mi madre a llevar una vianda para él en uno de esos días de huelga.

Las mujeres llevaban lo que podían y, adentro, ellos compartían.

No tenía ni diez años cuando viví aquello que marcó mi vida, definió inclinaciones políticas, y ese apego a la idea de justicia.

Se trató de una huelga, cuya duración y motivaciones no recuerdo.

Haber iniciado esta nota me compromete a investigarla.

Caramba. A veces me mortifico pensando en un tema simple para escribir algún libro, porque suelto sueños y broncas, y en la descarga, me siento mejor.

Por ahí, si encuentro algún memorioso y diarios de entonces, recupero ese pasado

Aunque, como dice García Márquez, el pasado es lo que recordamos de él.

Hace unos años volví a la vieja Iglesia de tantas misas de la preadolescencia. Me sorprendió lo pequeña que era.

En mi memoria, era gigantesca.

Pero la gente de la calle, aquel día, me parece una multitud. Puede que exagere.

¿Habrá sido que tuve un poco de miedo?

Me veo en el desconcierto, apretujado, pensando si a mi padre podía pasarle algo malo.

Miraría hacia la puerta de la usina que conocía de memoria, con su galpón donde siempre había una lluvia que refrescaba de sólo acercársele y luego a esa gente enfurecida porque les habían privado de algún servicio.

Ahora no recuerdo mucho.

Sólo estoy seguro de haber sentido que mi papá estaba en el lugar correcto.

Y lo que veo es  gente más grande que yo, gritando hacia la vieja usina de la UTE de Cardona.

Un rostro, medio metro más arriba del mío, sudado y salpicando con su saliva.

Y mucha gente. No sé si tantos.

 

Víctor Hugo