Revista Hecho en Buenos Aires nº 95 junio de 2008: «Los medios de comunicación te pueden imponer prohibiciones peores que una dictadura»


– ¿Y cómo vivís esas situaciones cuando se dan en democracia?

VH: “Democracia… mira…yo tengo prohibi­ciones tácitas muy superiores a las que llegué a tener en tiempo de dictadura en Uruguay o en Argentina. Las limita­ciones profesionales mías son, en este momento, graves. Si yo fuese echado de esta radio (Continental), no hay muchas más de las poderosas donde pudiese trabajar. En televisión, en la mayoría de los canales estoy proscripto por el medio o me proscribo yo por la indecencia que le atribuyo a ciertos medios con los que no trabajaría. Los medios de comunicación te pueden imponer prohibiciones peores que una dictadura, porque por algún motivo vos los enfrentas. A algunos grupos perio­dísticos que son dueños del fútbol los denuncio y por lo tanto si ellos me tie­nen que pasar una factura, lo hacen”

– ¿Cómo ves entonces la relación que hay entre los poderosos del fútbol, los poderosos de los medios que están vinculados al fútbol y la posibilidad de ejercer el periodismo en este ámbito?

VH: “Yo tuve problemas con T y C, con Fox, con Cablevisión, con Multicanal, con todo lo que se apropia del fútbol. Yo he tenido la fortuna de estar en un medio que por ahora no estuvo contami­nado de eso. Y vivo ese beneficio. Cuando esta radio era de Telefónica, y Telefónica tenía una parte importante de las accio­nes de Torneos y Competencias, yo me mantenía en mis críticas. Hasta que un día justamente por eso me echaron. Después, gente de Telefónica más arriba de la gente que me echó vio la injusticia que se estaba cometiendo y la corrigió. Y mientras la radio era de Telefónica yo volví a trabajar acá. Pero pude haberme ido. En aquel momento, gracias a Dios, en cuanto me echaron de aquí, me lla­maron de ESPN para contratarme para radio Rivadavia. Como consecuencia, tuve la suerte de conocer a la gente de ESPN y entrar con un programa de tele­visión en el canal. Tenía la posibilidad de irme a trabajar a Rivadavia y hacerle un juicio millonario a la radio. Era un billete de lotería que me daban, porque lo que habían hecho era una gran torpeza. Pero me quedé. De todos modos. No cambia­ría mi discurso aquí adentro. Y en otro lado exigiría total libertad para hacer lo que hago. Si no me la dan, no voy”.