La primera de las jugadas de Carlos Bianchi era inevitable, lógica y prudente. Cuando Boca lo designó pareció que intentarían imponerle que Juan Román Riquelme había entrado en los libros de la historia xeneize. Si el propio Bianchi, en ese momento, se quedaba en el molde con el argumento de que ese era un asunto que concernía solamente a Boca y a Román, un cierto desencanto lo hubiese acompañado hasta que esa atmósfera fuera evaporada por las victorias. Pero si la irregularidad atrapara al equipo, los reproches harían tronar La Bombonera, una tarde cualquiera, con el uno a cero en contra faltando pocos minutos para el final.
Pero Carlos Bianchi es un hombre de calle. Juan B. Justo y Avenida de Champs Elysées, es la esquina de su vida. Reo y distinguido, según cuadre la ocasión. Está muy claro que por falta de carpeta no se lo van a llevar puesto. Así que, supone este cronista, dijo que no había marco para la foto de su reencuentro con Boca, si dentro del mismo no estaba Juan Román Riquelme.
“Yo te entiendo perfectamente…”, le habrá dicho al presidente Daniel Angelici. Pero también le dijo: “…pero entendeme también vos a mí.”
Al menos había que hacer el intento y en tal caso, si naufragaba, que fuera por culpa de Román, o de la plata. Pero de ninguna manera porque el Bianchi que regresaba a Boca para su terecra etapa como entrenador, se había ido a baraja como cualquier ingrato. Jugó su ficha por Román y si la cuestion no prosperó es asunto de los otros…
Así que, para Boca hay ganancia aun dentro de la resignacion tristona de los hinchas. Quizás no para Román, porque la plata es como la miel cuando entra a pegarse en los dedos. No se la quita uno con facilidad.
Pero para la tranquilidad de Boca y para la individual de Bianchi, el puntapie inicial del retorno, no será carne de diván para los impávidos hinchas del xeneizes, ellos ahora divididos entre el generoso aprecio por el Virrey y la gratitud hacia su ídolo, si el tema no se resolvía de esa manera, con una cierta sabiduría. Porque para Carlos Bianchi no sería lo mismo pararse frente a los jugadores, recelosos estos ante el abandono de aquel con el que se ofrecieron múltiples halagos.
Con la poca diferencia que se puede apreciar entre un equipo y otro, cualquiera que seaa, el hecho de ofrecerse un aire respirable, no es otra cosa que un aliciente importante para encarar el campeonato. No alcanza solamente el sereno aroma de las sierras de Tandil si el clima, en la intimidad bien conflictiva de un grupo humano, abriga reproches no confesados. Pero ya no será así. Si Leandro Paredes se queda un ratito más, Bianchi potenciará el valor del jugador más técnico que tiene y su nuevo Boca tendrá ese Riquelme que no puede faltar en un plantel que se precie.
Si una tarde de sudor y penas, el estadio extraña a Riquelme y lo nombra a gritos, aunque quizás no sea lo más justo, se lo tendrá que bancar la comisión directiva.
Con prestancia de conductor que no ha perdido el olfato, como un animal que sabe leer en el viento los peligros, Carlos Bianchi empieza su nueva etapa con el crédito abierto, sin traumas, manso y tranquilo. Lo que no hay, se hará, debe estar pensando por estas horas.
Cuando llegó a Boca aquella lejana primera vez, tampoco había de lo que Riquelme es hoy en día para el fútbol argentino.
Y como se decía en este mismo espacio de El Grafico Diario de la semana pasada, todo suma para un campeonato que no por marketineros, muchos están pensando que puede levantar un poco la estima de los aficionados.
Víctor Hugo