La felicidad que era de River, si bien con puntos suspensivos si ganaba el partido, fue para Racing, Independiente y Lanús porque sueñan. Y para Walter Perazzo por el buen planteo de su Olimpo.
Bravo para los comentaristas, el partido de ayer. Un verdadero desafío el asunto de hablar de tantas cosas al mismo tiempo. Porque River mereció ganar el partido jugado en el Monumental y lo empató. Y, al mismo tiempo, la convicción de Olimpo en un partido que no lo favoría, hizo que no mereciera la derrota.
River mantuvo presencia como para ganar 2-0 y un error inaudito de Ramiro Funes Mori, su segundo mejor jugador, determinó el empate final. Pero también es verdad que el conjunto bahiense había tenido alguna otra chance y no precisamente de regalo. El partido resultó un buen espectáculo. Fue tenso y concentrado como debe ser cuando hay tanto en juego, a esta altura del año.
River parece caerse si de resultados hablamos, pero sería injusto hablar de fracaso. Es absolutamente cierto que puede perderlo todo cuando pareció encaminarse hace pocas semanas a llevarse el mundo por delante.
Lo puede alcanzar Lanús esta misma noche. O puede, de la misma manera, que tener que sobrellevar un arrime peligroso de Independiente. Y todo ello, mientras que Racing se relame, esperándolo el domingo. Las alternativas, las posibilidades, son tan variadas que el fútbol argentino podría postularse como el más reñido del mundo. Y diga el lector que la pifió Estudiantes que, si no, hablaríamos de cinco candidatos y no solamente de cuatro.
¿QUÉ LE PASA? Pero mientras se hacen estas elucubraciones, ¿qué le está pasando a River? Ha rotado muchos jugadores, está pagando físicamente aquella deslumbrante presencia de los primeros diez partidos, cuando le quitaba la pelota a los rivales como si los de enfrente no supieran jugar.
No es lo mismo el colombiano Teófilo Gutiérrez que los pibes que prueba el Muñeco Gallardo. Ha bajado su nivel futbolístico Leonardo Pisculichi, Ariel Rojas es el referente más vigilado por los adversarios. Y en el equipo, hoy por hoy, se extraña al uruguayo Carlos Sánchez y hay algo que flota con olor a flor podrida cuando se habla de la fortuna.
El comentario era, hasta que Ramiro Funes Mori le erró a la pelota, la descripción de una victoria difícil pero merecida, y en ese instante todos pensaban en el estadio que sería por dos goles de diferencia. ¿Qué hacer con los conceptos cuando viene una pelota fácil y un zaguero que viene distinguiéndose como uno de los mejores, yerra ante una pelota sencilla y le deja la espalda a uno de los veloces colombianos de Olimpo, en este caso Miguel Ángel Borja, picando en la puerta del érea?
Explicar lo táctico, hablar de fracaso es innoble ante la evidencia de hechos fortuitos como los que marcaron el resultado del partido. Y, sin embargo, el fútbol, el loco fútbol, lo tiene a este River de hoy en día, cerca de perderlo todo, y eso después de ser un novio en el altar, con la vida sonriéndole.
Porque la felicidad que era de River, si bien había puntos suspensivos aun si ganaba el partido. Y finalmente fue para Boca porque sí, para Racing, para Independiente y para Lanús porque sus sueños sumaron fundamentos serios; para Walter Perazzo, que supo armar un partido siempre interesante para sus jugadores del equipo bahiense.
Y la cosa deja un campeonato abierto a todo, con un superlunes de ilusión para los rivales de esta noche, con Boca gozando la caída anímica de los millonarios, apostando en dos partidos a dejarlo sin nada a ese River que se parece a un apostador al que uno vio a medianoche con una pila de fichas y, un rato después, en la madrugada, aparece traspirado y confuso, dudando en qué número poner las fichas que le van quedando.
Racha extraña en la que, cuando no regala el gol su arquero, Marcelo Barovero, lo obsequia uno de sus mejores defensores, Ramiro Funes Mori. Con los hinchas queriendo meter el segundo gol bastante antes de el primero para volver a las tardes jubilosas de la fiesta que entonces era Monumental.
Víctor Hugo