Los hinchas de Boca entregaron una gratitud merecida a sus jugadores por esta campaña, cuando quedó prácticamente frustrado el primero de los logros que se había propuesto a principios de la temporada en estos tres campeonatos que lo tienen en una situación de alta expectativa. Ese fue el único momento grato para los jugadores de Boca, cuando faltando tan pocos minutos el público le entregó ese calor de las tribunas que venía, de alguna manera, a fortalecer espiritualmente a Boca. Pero todo lo que produjo la explosión positiva del sentido xeneize había sido muy duro para el equipo conducido por Riquelme. Pocas veces Boca afrontó en los últimos años un partido en el que fuera tan claramente superado en el mano a mano, en lo colectivo, en la disposición en la cancha, y hasta en la certeza que tenía cada uno de los participantes. Porque desde el primer instante se vio que Arsenal estaba muy fuerte anímicamente, y que Boca parecía un equipo estresado, consecuencia segura del intenso trajín al que ha sido sometido el plantel, e indiferente frente a las andanadas de fútbol que Arsenal le estaba propinando desde el primer instante.
Primero, la perplejidad del público, y luego la actitud de un equipo superado que mentalmente no podía meterse en el partido, fueron diciéndole a Arsenal que tenía muchísimas razones para que su convicción de victoria fuera tan rotunda, tan evidente. Entre la mitad de la cancha, manejada por Ortiz y Marcone, formidables jugadores, más la subida de los laterales, particularmente de Nervo, y la gran actitud ofensiva de Leguizamón, de Zelaya, de Carbonero, fueron tejiendo un fútbol que Boca no tuvo manera de contrarrestar. No pudo nunca asentarse como para dominar el partido al menos un minuto. Acaso esto sucedió, pero no por herramientas futbolísticas, en el arranque del segundo tiempo. Era una cuestión motivacional, emocional, con la que Arsenal supo trabajar muy bien, permitiéndole a Boca tener la pelota para quedarse con más espacios que nunca. Con la velocidad de Leguizamón y Carbonero y la calidad de Zelaya fue encontrando razones de peso para aumentar la victoria y dejar a Boca al borde de un resultado que borrase todo lo bueno que ha hecho en los últimos tiempos, si es que el 3-0 no fuera suficiente. Boca paga, como pagó Vélez, como está pagando la Universidad de Chile, que perdió el primer partido de la semifinal de la Copa y que ayer cayó por el campeonato, el hecho de tener que jugar más de un torneo al mismo tiempo. En la paridad extraordinaria que hay en el fútbol, aun aquellos que tienen una mínima ventaja sobre el resto, terminan pagándolo.
No había capacidad de rebeldía de ese equipo resignado a su suerte ya cuando iban 30 minutos del primer tiempo. Arsenal se había mostrado como un equipo intenso, de alta capacidad, notablemente conducido por Gustavo Alfaro y con algunos jugadores que uno no sabe si son buenos como parecen o si están muy protegidos por lo colectivo. Al final quedó la emocionante demostración de los hinchas de Boca, la perplejidad de sus jugadores, algún rapto de violencia innecesaria pero que se veía venir. Y la sensación casi rotunda para el hincha de Boca de que en este partido en esta tarde gris, neblinosa, con lloviznas, que estaba recogiendo el momento más amargo de los últimos tiempos.
Víctor Hugo