¿De qué manera juzgar a un equipo que sólo cuando lo necesitó apretó el acelerador, reguló a piacere las energías que dispone a esta altura del año y aun así mostró ser el mejor? A partir del viernes los riesgos serán otros y ahí se sabrá cuál es la realidad de este seleccionado que, a priori, debería estar dos goles arriba de cualquiera.
Víctor Hugo Morales
La Selección Argentina, en esta parte del año, parece ser parte de ese tipo de competencias automovilísticas en las que lo que se consume de nafta es lo esencial. Se corre con el pie controlando el acelerador. Regulando todo el tiempo. Se procura una marcha cuyo promedio es lo que ofrece la victoria. Entonces juega con avaricia. Mira todo el tiempo el instrumento que anuncia la «reserva». Controla el gasto y, sólo en ocasiones, si hay un repecho, mueve el pie para avanzar un poco más rápido. Pero no mucho, en ningún caso.
Entonces, ¿cómo calibrar al equipo, de qué manera juzgarlo? ¿Desde la narración tediosa de acontecimientos irrelevantes en el terreno? ¿Considerando, tal vez, el esfuerzo de los hinchas que llenaron el estadio de colores argentinos, muchos de ellos bacanes, pero otros a costas de vaya a saber qué dolorosos sacrificios?
¿A partir de la imagen lenta, ingrávida, de jugadores que se mueven lo justo, que no transpiran ni sufren ni gozan, pero que de todas maneras demuestra, con ese aporte menor, que son los mejores?
EL VERDADERO TORNEO
También es preciso recordar que la Argentina vino a ganar la Copa y no es frente a Jamaica o en todo el proceso de clasificación, que se define el objetivo. Es lo que viene lo que importa.
Y entonces otra pregunta, al observar los cuidados que se tienen en lo físico con ese juego del sábado en que entregaban la pelota como quien pasa una criatura a otros brazos. ¿Y si no fuera indiferencia sino imposibilidad?
El plan de ahorro estaría justificado y sería parte del éxito final que la mayoría espera, aun sin ser argentinos. Sería parte del elogio de los diarios del 5 de julio esta administración de los recursos.
La verdad será revelada en el próximo partido, que será frente a la Colombia de José Néstor Pekerman, que poco y nada aportó hasta ahora al torneo continental. Decididamente, a partir del viernes, los riesgos serán otros.
También debe considerarse que hacemos cargo a los jugadores de lo que cada uno elucubra con respecto al seleccionado. El firmante piensa que Argentina es el mejor equipo del mundo, hoy día. Que está dos goles o cinco, según el rival, por encima de todos los participantes de la Copa América.
Muy bien. Pero esa es una idea, tan solo. Si hay frustración, en parte, se le puede atribuir al equipo, pero el que se tiene que hacer cargo es el opinante. A veces evaluamos los hechos según nuestras expectativas. A todos les encanta tener la razón. Y el hecho es que hasta el sábado pasado, el vaticinio solamente tuvo consistencia en los primeros 60 minutos del partido jugando frente al Paraguay dirigido con toda su astucia por Ramón Díaz.
Entonces, habrá que esperar la situación límite del viernes para saber la verdad del equipo comandado por el fútbol de Messi y la dirección técnica del Tata Martino. Cuando no pueda ir a una marcha que le permite admirar el paisaje, sino que deba poner la vista fijamente en la meta.
Las circunstancias han sido más valiosas que su juego, para mantener el favoritismo. Ni siquiera Neymar esta en el camino. Sólo Chile, que no repara en los dispendios futbolísticos, se encarama hasta ese sitial de las preferencias.
Pero para ambos candidatos -en realidad, para los ocho clasificados-, esto recién empieza. «
El equipo fue a Chile a ganar la Copa América y no es frente a Jamaica o en el proceso de clasificación que se define el objetivo.
El partido contra el seleccionado cafetero dirigido por Pekerman empezará a dar una cabal idea de lo que puede dar la Argentina.