La gente le bajó el pulgar como en el circo romano y al parecer ese veredicto de La Bombonera ha persuadido a Falcioni de lo inútil de su lucha. Dicen que mientras el cronista escribe esta nota el técnico ha decidido dar un paso hacia la calle, con el bolso colgado a la espalda.
Si fuera amigo de Falcioni, se le diría que hace bien. Luchar contra la percepción es imposible. Al cronista le parece que son palabras de Marcelo Bielsa, estas últimas. Sabe lo que dice. Falcioni debería abogar ante un jurado que pueda evaluar argumentos, no la idea generalizada de que su equipo juega mal. ¿Cuáles son los parámetros? ¿El Barcelona o el fútbol local? ¿Un juego muy por debajo de los demás equipos con un plantel muy superior al resto, o un plantel al que él le ha sacado más jugo que ningún otro, de Bianchi para acá? A propósito, ¿Bianchi jugaba bien o los elogios que aún perduran nombran al equilibrio y la inteligencia como atributos más indiscutibles? ¡Hay tanto para hablar!
Y tan poco, también. Porque si no lo quieren, no lo quieren, y punto. Los últimos partidos de San Lorenzo en adelante, los jugó entre bien y muy bien. Cayeron el Santo, Vélez, Racing, Godoy Cruz. Es posible que se haya ilusionado con seguir y esto fue advertido por la directiva de Boca como una posibilidad de mantener alejado a Román Riquelme si, como parece, había nomás una pulseada de egos. Pulseada de tres, sería además. El técnico, Román y el presidente del club. Este relator trabajó bastante con Boca en los últimos tiempos. No detectó nada especial. Salvo que la atmósfera para Falcioni siempre tenía fluidos negativos. Probablemente su boca con las comisuras hacia abajo, su nariz, ese caminar algo encorvado, fuesen los elementos que tributaron a su imagen, mucho más que el juego de un equipo, que por años, no sólo no jugaba bien, sino que era pan comido para cualquiera. Salvo con Vélez y Ñewell’s, Boca resiste cualquier comparación en la actualidad. Pero Falcioni, no.
Lo del sábado fue lapidario. Nada puede hacerse cuando la gente que es brutal cuando se ensaña, por lo que sea, dice no. Falcioni no necesita lidiar con los insultos gratuitos, proferidos aun si Boca le gana a su sombra negra, al campeón, y al mejor grande de la temporada que fue Racing, el de Luis Zubeldía. Lo cercano que son esos triunfos debe haber evitado un linchamiento, por lo visto.
Que se vaya. Chau Falcioni. Entre tantos cargos de difícil probanza, pero que circulan como verdades incontrastables, incluso en esta redacción de buenos amigos, este cronista es de los pocos que evalúa la presencia socarrona de la injusticia. Pero hay tantas en el mundo que mejor es reservar energía para otras más urgentes. Falcioni y Boca, pueden estar bien, el uno sin el otro. Para qué seguir metido en este lío…
Víctor Hugo