Me visitó Mariano Caruso, un joven periodista de la revista Pronto, para hacer la clásica nota del verano. Mariano no sabe que yo me doy cuenta de que me pide la entrevista porque en Punta del Este, después que jugaste al fútbol en lo de Tinelli y de la fiesta en la que todos se visten de blanco y lo pasan bomba, sin Giordano en el Conrad, no pasa nada.
«A ver si por lo menos le busco la lengua a «ve ache» con los magdalenos y majules (entré, confieso, más de lo que hubiera querido)», dijo el pibe, que es pibe, pero es muy vivo y se vino a mi casa.
Pero no es de la nota, claro, que voy a hablar. Pasó que hablando de la coherencia y asuntos afines, en determinado momento, como si fuera una prueba con un mazo de barajas, le di al joven mi libro «Un grito en el desierto»-escrito en 1997 contra el liberalismo imperante- y le propuse que eligiera una pagina.»Mové las hojas a velocidad y detenete donde quieras. Dale». Al cabo de abanicarse con las hojas un dedo de Mariano Caruso entró entre la 74 y la 75. Ahí empieza un capítulo titulado “Globoflexitecnificacion».
Tomé el libro y le leí en voz alta: «Como el progreso que la justifica la globalización aumenta las diferencias. La distancia entre ricos y pobres (países o habitantes de una misma nación) se ha estirado de tal forma que para los privilegiados ya es imposible echarse atrás. Sólo les queda huir hacia adelante. Hacia la protección de más dinero, de muros más altos, de barrios más custodiados, de vidrios más polarizados…».
En el mismo capítulo, casi al final, hay una de las varias referencias a los medios de comunicación. En este tramo, los diarios nacionales, después de apoyar al capital internacional para que se quedaran con el país a precio regalado, se defendían del ingreso de medios extranjeros. Machacaban con el peligro que entrañaba «que un día el papel educador de los medios(eso decían, en serio)fuera desempeñado por quienes nada saben de la identidad del amenazado país».
Página 87: «…Nadie se preguntaba si eso no estaba sucediendo ya con los controles locales, con medios que habían crecido hasta límites que les conferían un poder superior
al del propio Estado. Sacar o poner un Ministro, o que un mal día fuesen decisivos para que alguien llegue a Presidente de la Republica…Presionar Gobiernos para obtener ventajas en otros negocios…».
Página 89, siempre sobre los medios: “…Tienen un poder superlativo las mentiras presentadas con el formato de las verdades…»
Mil novecientos noventa y siete.
Víctor Hugo