Revista Un Caño Enero de 2012
Messi es lo que nos salva.No hablo del Barcelona ni de la Selección, sino del periodismo. Cuando ni una hoja se mueve en el mundo del fútbol, ese universo congelado de la información suele dar disgustos. Es cuando algunos van y sacuden los árboles para ver si cae algo, aunque más no sea un chisme, una provocación de alguien a un colega, a un adversario. Habría que poner el cartel de velocidades máximas en las declaraciones de los protagonistas. Pero este verano Lionel llena las páginas y las pantallas hasta no poderse ver ni él mismo. En Rosario dicen que ya critica sus goles: “Ahí debí pegarle de derecha. La terminé mal, en serio…”
Es imposible hacer algo por afuera de Messi, porque además de que no pasa nada, y así será unos cuantos días más, y lo que viene en algunas ciudades no alcanza ni como aspirina, el gran jugador es una noticia constante y positiva. Lo distinguen en Rosario y las cámaras toman el modesto despliegue de las autoridades locales que en plan de austeridad, se privan de un teatro,una noche, una alfombra, un artista que le cante. Podrían decirle: “Soñá una noche rosarina y te la regalamos”. Pero no. En una escena despojada, simple, quizás aprovechando que el muchacho “es así”, un pibe que no pide nada, que todo está bien, le entregan un recuerdo y él habla.
Y cuando habla, menciona a la presidenta y le desea suerte y en algunos de los presentes se produce un respingo, un íntimo “no nene, no te empieces a meter en política vos también”, pero no, ya pasó. Las jugadas de Lionel son rápidas y precisas. Un toque lujoso y gol. La pelota ya está adentro, mientras flotando, queda un título. Después se va con sus amigos, como pidiendo disculpas, un “no se hubieran molestado, para qué…” Y Rosario lo recibe en sus calles y veredas con orgullo entrenado. Modestamente ya dio al Che, a los negros gloriosos Fontanarrosa y Olmedo y ni entremos a hablar de música, que entonces ya no podés competir con los rosarinos. Eso pueden los Messi. Por donde pasan hacen que brille todo lo bueno de una ciudad, de sus nombres, de la vida misma.
Pero es enero y algo más hay que hacer. Y lo único que tenés es a Messi. Entonces alguien suelta un “Messi es el mejor” que, por acá, se traduce como “Messi es más que Diego”, y otro los equipara y alguno atina en el desparramo a decir que son épocas distintas y alguna frase un poco conciliadora. Sin parámetros, con la actualidad en la mano, sin tomarse el trabajo de recorrer caminos que, por lo intrincado, demuestran que todo es prematuro en ese juego.
¿Que clase de torneos juegan uno y otro? ¿Era lo mismo lo del Nápoles contra seis o siete escuadras más ricas del norte de Italia que el mano a mano con un solo adversario que propone el campeonato español? ¿Con qué se compara por ahora que Diego llevó a la Selección a la final de dos Mundiales? Y cuando estaba todo perdido en el ’93 la sacó de los pelos para ponerla en el Mundial de EE UU y si no pasa lo que sabemos, la plantaba de nuevo en lo más alto del mundo.
Al decir que son “épocas diferentes”, Alejandro Sabella le sale al cruce a los que quieren volver a algún titular de los diarios o la tele, ya no como protagonistas del juego sino como “periodistas”, y es verdad. Pero no, o no solamente, en el sentido en el que lo manifiesta Sabella. Lo imposible de comparar, lo absurdo, son las épocas de los medios. Diego apenas entró en la globalización.Messi es de todos los barrios del mundo hoy día. Su genio repercute al instante millones de veces mientras Diego está en la penumbra del escenario, sin ser alcanzado por el seguidor de luz que estalla constantemente en el rostro de Lionel. Todo el que tiene nombre y chapa y tiene alguna factura para pasarle a Diego, alguna revanchita para tomarse, saca el tema. Para minimizarlo a Diego. Porque a estos personajes, piensan, sólo los matás si les pegas en el ego.
Que los periodistas en el verano sacudan los árboles con estalactitas después de semanas sin una noticia que valga la pena, vaya y pase. Pero ellos, al menos, deberían pedir un sinfin de 100 horas de partidos de Diego para refrescar su memoria.