Se entiende la euforia de los xeneizes y la desazón de los millonarios. Pero cada uno sacará sus conclusiones, sin olvidar los antecedentes más frescos.
Todo lo que se diga a pocas horas de concluido el Superclásico de Mendoza juega en contra de River y a favor de Boca. Suena mal un análisis futbolístico a lo que resulta demasiado irregular para creérselo. Ahora bien, intenten decírselo a un hincha de Boca… Parecería un intento de minimizar su alegría y esa espera en las carpas, aferrado a uno de los palos y vigilando el pasillo para ver si se animan a venir los otros. Son días de vino y de rosas para los xeneizes, un verano caliente hilvanando resultados que parecen un cheque en banco para la temporada que está por comenzar.
“Y les jugamos con cualquiera, hasta con los pibes”, sueltan desafiantes los hinchas. “Con esta camiseta todos se lucen”, afirman convencidos. Cómo es el fútbol, ¿no? ¿Dónde fue a parar aquel enojo de pocas semanas atrás? Gardeles o échenlos a todos. Extremos sin matices son los que maneja el hincha, ya se sabe.Nada nuevo en ese sentido. Pero por eso mismo Arruabarrena y Gallardo, con razones bien diferentes, piden memoria. El Vasco, para que se aprecien viejas injusticias y no se recaiga en la primera situación desfavorable. No quiere que el 5-0 en Mendoza se derrame sobre algún infortunio de los que siempre esperan agazapados, irremediablemente, como una cuestión innata al deporte menos lógico de todos. Es decir, si la semana que viene se pierde algo, pónganlo a la luz de la espectacular goleada del sábado. El Muñeco, por su lado, apela a los buenos recuerdos cercanos, a la gratitud por lo que se ha hecho hasta ahora y a que ese fuego no se convierta en cenizas. Difícil, sobre todo para el hincha de River. Algo se relajó en los de Núñez. La idea de “estamos hechos” no sirve en el fútbol. Posiblemente en ningún aspecto de la vida, pero menos en algo donde existe el autoritarismo del resultado.
Tres a cero, no le pueden echar tres jugadores a un equipo. El nuevito Mayada vaya y pase, pero Sánchez y Teo… no es fácil aceptar que se vayan así. En el caso del oriental, sobresaliente figura del último semestre de 2014, saber que lo ponen para acomodar un poco la situación tan comprometida del equipo y abandonar la cancha por una protesta, por un insulto al árbitro, sólo se puede entender porque se siente muy dulce aún lo vivido. Pero ya son recuerdos. Sánchez y Teo deberán entenderlo. River mismo.Ya está. Aquello ya fue y fue muy lindo, mientras duró.
Pero, señores, ha empezado 2015, han dado vuelta la página. Y en ese aspecto el que mejor lo ha hecho es Boca, precisamente. Con los dos clásicos y el triunfo clave ante Velez, la Copa Libertadores por delante y las compras, si el Vasco la pega cuando baraje, el año puede tener colores azules y amarillos.
Sin embargo, es prematuro para todo. Para creérsela los de Boca o para clavarse puñales los de River. Cuando las chanzas del verano y de las redes sean rápidamente parte del pasado, habrá que ver cuánto ratifica Boca y cuánto ha perdido el Millonario. Pero esas dudas alimentan una temporada a la que el cronista le teme, en lo local, porque el campeonato no parece ayudar.
Este empujón estival se agradece. De todas maneras, los veranos, aunque se hayan devorado algún técnico en el pasado antes de empezar a jugar por los porotos, no dejan de ser veranos. Un flirteo con la realidad, de la que extraer conclusiones, salvo que sea un hincha, esa casta especial, siempre es aventurado. Boca goza y está bien. Hizo bastante en el partido como para que la sonrisa le parta la cara al medio. River se preocupa y es lógico. La desmemoria es evidente y el Muñeco sabe lo que se viene. Se le ha perdido el unicornio aquel. Y el futuro, es mañana.