Mi primer auto fue un Fiat 128. No soy tuerca, ¡pero qué auto tan noble era!
Una noche de hace cerca de 40 años iba a ofrecer una charla en un pueblo de Florida, en Uruguay. De pronto encontré una hondonada llena de agua. Mi compañero de ruta era un destacado comentarista uruguayo, Juan Carlos Paullier, que se bajó y lanzó una piedra. Parecía baqueano. «Creo que hay que pasar por acá», dijo. En la mitad del recorrido el auto se empezó a hundir y salimos a tiempo para observar desde el otro lado, porque nosotros sí cruzamos, como sólo quedaba a la vista el techo blanco del Fiat. Así que nos fuimos caminando al primer pueblito, un boliche con billar y 20 casas.
Conseguimos un tractor que lo fue a buscar, dos kilómetros atrás, y nos pusimos a darle efecto maché a las bolas que avanzaban por el tapiz verde como cansadas, haciendo ruido.
Un par de horas después, inclinado sobre la mesa para intentar una carámbola, vi al tractor con el Fito, llevado de tiro, detenerse en la puerta del bar.
La luz ya escaseaba y el sol entraba como de refilón desde el horizonte. Quitamos el agua que aún había y pensándolo desahuciado, encendí el motor. Prendió de una.
Hicimos 10 metros, incrédulos; le di al acelerador como para que saltasen gotas si quedaban, bajé a dar una propina y me pare al costado con Paullier, a mirarlo. Habría otros en el futuro, pero ese era el auto de mi vida.
Al pueblito que nos esperaba con un cordero y sesenta espectadores, llegamos nada más que un ratito tarde. Así que no tengo nada contra la Fiat. Es italiana, y yo amo a Italia. Fiat es como Sandrelli o Mastroianni.
Pero hay que embromarse con Ratazzi. Tostado, rubión, indiferente, patrón, liberal, mezquino, operador, criticón, retrocedor. ¿Por qué si los obreros paran son unos facinerosos pero si son los dueños los que niegan el trabajo, ésa presión sí vale? ¿Por qué en la primera de cambio cesa las tareas de una fábrica, perjudica a los trabajadores y se muestra ingrato con el primer atisbo de algún inconveniente? ¿Por qué no hacer promedio: gané una fortuna el año pasado, un poco menos embolsaré en el 2012; tomo los dos años y los observo desde el 2009 (para no ir más lejos)?
¿No continúa siendo un fortunón?
¿Hay que ganar siempre más?
¿La línea de la gráfica es un avión que se eleva todo el tiempo? ¿No hay una altura y una velocidad promedio para los que lo tienen todo?
No hay que enojarse con Ratazzi. Por si a algunos se les ocurre bajar las defensas, el tano simpático y nochero nos recuerda la impronta inefable del liberalismo. No le regalemos el Piñera que, una tarde, le pide a los reyes magos…
Víctor Hugo