Columna para la edición de abril de 2012 de la revista «Un Caño»
Bajo el razonamiento de que no vemos más que uno o a lo sumo dos partidos por semana de la B Nacional, nuestro compañero reflexiona sobre lo apresurado de la afirmación que pretende señalar como el mejor fútbol del país al del Ascenso. El debate, además, reconoce cierta antigüedad y un escenario bello en Ginebra.
Hace poco, al cronista le tocó en suerte andar por Ginebra, la ciudad en la que vivió Einstein y donde pensó la famosa teoría de la relatividad. Imposible no impregnarse
de esa ¡dea. Alguien tiró sobre la mesa del clásico hotel donde se espera el momento de ir a la cancha (jugaba Argentina con Suiza) la misma ¡dea que atraviesa esta edición de nuestra revista: «che, la verdad es que está mejor la B Nacional que el campeonato de Primera». En principio, uno compra la ¡dea. Es simpática, además. Siempre los de abajo imponen una mayor adhesión. En la primera mirada sobre este juicio, como un letrado que vuela en su primera lectura de una causa, con los antecedentes inmediatos de esos días, hubo acuerdo generalizado. Alguien se inclinó hacia los maníes, juntó demasiados y, a punto de lanzar el montoncito hacia el interior de su boca, dijo: «por supuesto que
hablamos de ¡os pocos partidos que vemos, ¿no? Porque, ¿cuántos de nosotros han visto aunque sea dos partidos por semana?». La conversación se instala en otro lugar. Un tema es pensar en las fiestas de las tribunas de River y Central, gratas a la impresión de todos los amantes del fútbol porque se trata de hinchadas que deberían estar molestas, ausentes, ofendidas por el presente que les toca vivir. En vez de retraerse, los aficionados ofrecen su corazón desde tribunas atestadas, multiplican las banderas y los cantos siguen contenido pasión y desafíos. Aunque sea un tema explicable en lo sociológico, la bravura con la que defienden sus colores, en lo que a los hinchas compete, convierte cada día de fútbol del Nacional B en una celebración del amor. Hubo recelos. Por la cantidad de maníes que atrapó el colega, y por la frase que ponía en duda lo que había nacido, tipo Doce hombres en pugna, como una idea incontestable que encontraba la primera discrepancia.
El juicio se puso en marcha y fueron quedando en claro detalles no observados cuando se lanzó la primera ¡dea, aquella de que se juega mejor en el Ascenso que en la Primera. Algunas de las nuevas «pruebas» aportadas quizás echan un poco más de luz sobre el origen inocente de un error. Nadie ve más de un partido por semana de la B Nacional. Por lo tanto, el desgaste es mínimo frente al que se experimenta con la división superior. La exigencia con la que se ve esos partidos es otra. Como la que se tiene ante un cantor hecho y derecho y un pibe que promete. Fantástico elmuchacho, qué maravilla. Uno sabe de qué está hablando en esos casos. La relatividad del elogio, ni se piensa, pero está latente. La mayoría de los encuentros vistos eran los de River. Esos partidos salen naturalmente mejores. Porque River es de Primera y porque los rivales suelen ofrecer su mejor papel. El achatamiento de la estética de los espectáculos acerca a los cronistas a mayor decepción frente a aquello de lo que más se espera. La distancia que hay entre diez equipos o más de la Primera y los diez de más arriba en la B Nacional es mínima. River podría estar entre los tres de arriba en el circulo superior y unos cuantos de Primera andarían a las trompadas con la vida en la B Nacional. Esta nota se firma al cabo del relato de tres partidos seguidos de River. Emociones ante Defensa y Justicia, lindos goles pero nada más ante Deportivo Merlo y una devastadora mediocridad en el cero a cero con Gimnasia La Plata. «Más de lo mismo, en todo caso», como dijo el que se llevaba los maníes de a montoncitos (mientras limpiaba con disimulo unas migajas y un poquito de sal restantes).
Víctor Hugo