Sueños de verano

El Museo Británico es una metáfora del mundo. Para ver lo más lindo que tenía el Partenon hay que entrar a ese museo del barrio en el que fueron patrón y sota Villa y Ardiles. Se trajeron, lo más campantes, todo lo que embellecía aquel rectángulo orgullo de la humanidad desde hace 2500 años.

 

Pero el récord lo tienen con un templo helénico que estaba en una ciudad turca, Lipkia, y se lo robaron entero. Alguien comenta junto al cronista que «al menos las Malvinas las dejaron donde están», en alusión a que cuando algo les gusta mucho, se lo traen. Le ponen paredes y leyes internacionales a su alrededor y lo exhiben como parte de su poderío. Se vive en Londres alternando la admiración ante una ciudad de homérica leyenda, aceptando que son gente de lo más cordial y amigable, y el pasmo que provoca ver cómo el mundo entero alimentó sus arcas y su buen pasar. Del Partenón de Grecia a la Villa Olímpica. La idea cierra.

Para el deporte argentino fue un día pálido. Molinari hizo una buena presentación hasta el final, colgado o empinado sobre las anillas, pero cuando lanzó su cuerpo hacia el colchón intentó un gol desde la mitad de la cancha y no le salió. Necesitaba algo grande para alcanzar la medalla. Se animó y perdió, cosas del deporte y de la vida. Pero Molinari deja una semilla que rendirá frutos: que miles de jóvenes hayan observado su demostración conteniendo el aliento, que muchos descubrieran una disciplina estética y arriesgada, también es una victoria para el deporte del país.

Se clasificaron Las Leonas y el vóley, cayó el handball, padeció el básquet una actuación propia de la NBA de los EEUU, pero con escasos reproches pasó una jornada más. Vendrán las horas de las definiciones para los candidatos. El básquet y Las Leonas serán protagonistas. En una sala cercana a la que ocupan los templos de la antigüedad, en el Museo Británico, hay una exposición temporaria de Shakespeare, que –cabe reconocerlo– es bien de ellos. Por ahora estamos con mucho ruido y pocas nueces, embretados en el sueño de una noche de verano.

Víctor Hugo