El público de Frankfurt tuvo el privilegio de ver un espectáculo de alto vuelo de la Selección. Es cierto que no tuvo una continuidad requerida para poder hablar de uno de los mejores partidos del equipo, pero el público local, muy entrenado para ver buen fútbol, tanto sea de formaciones de su país como de sus vecinos europeos, pudo observar ratos en los cuales, la Argentina encontró lo mejor de sus individualidades.
Empezando por Messi y por Di María en cuanto a la acción ofensiva, siguiendo con el prometedor rato del Príncipe Sosa y cerrando en la actuación sostenida de Javier Mascherano. Entre ellos, bien contenidos y complementados, permitieron ver un nivel de la Selección que de mantenerse no sólo asegura un lugar en el Mundial sino también una muy buen posición en Brasil 2014.
Toda vez que la Argentina cruzó mitad de cancha, su juego fue insinuante, cautivante, motivador. Cuando no brillante, pero para llegar a eso se requería que Messi entrara en juego. Y La Pulga se metió en el cuadro del partido, despertó de su siesta alemana, recién después de patear el penal como lo hacen los que saben menos. Ahí empezó a pararse el repetuoso público alemán que al principio observaba estupefacto y que si en algún tramo del partido no terminó aplaudiendo fue sólo porque su equipo estaba siendo claramente superado en su propia casa, y eso siempre duele. Aunque el que esté enfrente sea el mejor jugador del mundo, muy bien rodeado.
Messi explotaba como un rayo cada vez que tomaba la pelota. Lo ayudó el ingreso de Agüero. Lo alimentó el despliegue de Higuaín, que le brindó un sensacional pase atrás para el segundo gol argentino, que le dio de tomar a los alemanes su propio remedio: los locales sólo llegaron en algunas proyecciones con desbordes que molestaron a la retaguardia argentina. Pero no sólo La Pulga, sino todo el equipo estuvo apoyado en un fenomenal Javier Mascherano, capaz de hacer planear la pelota en larguísimos envíos y acertarle al esternón de cada uno de sus compañeros, en una fantástica demostración de precisión y criterio. El Barcelona lo ha estilizado como jugador y eso le permite convertirse en el alma de su equipo, el que sea. Con él y la ilusión constante que representa Messi, la Argentina fue encontrando su fútbol y recién sobre el final se dio el lujo de entregar la iniciativa al portentoso equipo germano.
Así, Frankfurt, la ciudad cenit de la economía europea; la de los imponentes bancos que se quedan con todo, hasta con el mismísimo estadio donde tan bien jugó la Argentina; la ciudad natal de un formidable poeta, Johann Wolfgang Goethe, y de un preclaro pensador, Erich Fromm, fue testigo de una cátedra futbolística que resultó de la asociación de un maravilloso poeta, Lionel Messi, y de un sabio pensador, Javier Mascherano, que condujeron a la Selección a un triunfo que enorgullece.