El cronista deplora su tarea de comentarista. Entre lo que pudo ser y lo que sucedió, muchas veces, cabe la injusticia, la exageración, la fortuna, los accidentes. Entonces la explicación, la famosa del diario del lunes, plantea un tema de conciencia. Es más probable que los elementos esotéricos y la historia empecinada, expliquen mejor el triunfo de River sobre Racing, que los propios avatares del juego si lo consideramos parejo, con dominios alternados, igualados en las chances de gol y en el espíritu ofensivo con el que encararon la lucha.
La Academia pensó bien si creyó que en su cancha, ante un Millonario despojado de sus ínfulas y con varios cambios a cuestas, su papel era el del favorito. Pero a la mañana, una mano misteriosa pasó la factura de la estadística por debajo de la puerta. Entonces, River salió convencido de que gana poniendo la camiseta y Racing supo que, como siempre, algo habría de pasarle por más que había ventajas eventuales.
River tenía que jugar peor porque no tenía a Ponzio y jugó mejor. No tenía a Trezeguet para cabecear y le apareció Gonzalez Pirez con el testazo de su vida. Nada salía para los de Zubeldía como lo presentaba la lógica. Y entonces, cuando más merecía el empate, con el arco de River todavía cimbrando por un tiro de cabeza de Zuculini, al cabo de una jugada de ataque como se ven pocas hoy día, en el campo abierto de jugarse el todo por el todo, regaló una contra solitaria que Lanzini, al cabo de 60 metros con la pelota, tradujo en el gol que hizo entrar el sol mucho antes de lo previsto. El día había concluido para los locales.
No es cuestión de negarle nada a River porque, en el marco de un buen espectáculo, jugó mejor y muchas veces estuvo para meter el segundo. No era necesario que se lo regalaran.
Pero si sos Racing y cada vez que te ilusionás la suerte te lastima, vas al muere. Un penal en el mejor momento del primer tiempo no señalado por Díaz, un penal tan fácil de cobrar que a veces se pita sin que sea, y un cabezazo en el travesaño cuando el dominio del segundo tiempo, aventuraba promesas lisonjeras de los relatores, sellaron la cuota de infortunio de Zubeldía y los suyos.
River recuperó prestancia y puntos. El colombiano Alvarez Balanta fue muy convincente, Ledesma hizo circular el juego sabiendo de qué se trata, Lanzini aprovechó la ocasión de ser el dueño del equipo, y puede decirse, en líneas generales, que nada pareció objetable en el cuadro de Ramón Díaz. Por ahí, buscándole una quinta pata al gato, puede decirse que Luna y Funes Mori no produjeron nada diferente de los que venían siendo titulares, si de ataque se habla. Pero cuidado, en lo demás, como alivio para los volantes, para aguantar pelotas entre los zagueros, la respuesta también fue meritoria.
Partido siempre intenso con el medio campo sin alambrados, con muchas visitas a las áreas, aunque la mayoría se quedasen en la puerta, el de Avellaneda, fue de los que ayuda a pensar que este torneo supera las marcas anteriores, aunque no se precisaba demasiado, es cierto,
El triunfo de River fue una especie de final entre los que soñaban. Lo que viene para Racing, aun reconociéndolo como el buen equipo que es, parece un vuelo de alas recortadas si todavía piensa en ganar el torneo. Para los de Nuñez, fue como si abriesen los diques otra vez. La correntada roja y blanca que avanzaba eufórica por las calles del sur, era la imagen de una esperanza otra vez justificada.
Vos sos de la B
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Los hinchas de Racing no se olvidaron de la muy compleja situación de Independiente y ayer volvieron a burlarse de su vecino de Avellaneda. Y de pasó, un poquito cargaron a River.
Arquero vigilado
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Barovero, en el piso, tras su choque con Vietto. Lo cuidan algunos de los 1000 efectivos que hubo. Por incidentes y entradas falsas fueron demorados 25 hinchas de River antes del partido.
Víctor Hugo