-¿Qué recuerda de la llegada a Buenos Aires?
-Fue el 18 de febrero de 1981. El avión sobrevoló como una hora en el crepúsculo dorado de la tarde y luego anocheció. El amarillo de las luces de la ciudad tan extendida me intimidó y le pregunté a Jorge Crossa qué estábamos haciendo ahí, en ese avión, rumbo a lo desconocido. Crossa había sido mi mano derecha en Uruguay y me acompañó en los primeros años acá en Buenos Aires.
Miraba por la ventanilla y me parecía que estaba golpeando la puerta a un sueño imposible.
-¿Y el recuerdo más puntual del comienzo de su carrera aquí?
-El momento de la llegada a la Bombonera cuatro días más tarde, el 22, el mismo día que debutaba Diego Maradona en Boca. Dos noches antes había habido una presentación en el estadio por su pase y recuerdo lo impresionante que era escuchar en todas las radios al “Gordo” (José María) Muñoz. Achicaba de antemano. La empresa parecía imposible.
-¿Estaba muy nervioso la noche del debut?
-Soy, por naturaleza, una persona que teme mucho defraudar, me paraliza ese sentimiento. Así que sí, fui a la cancha muy nervioso, deseando que aquello empezara de una buena vez.
-¿Y quedó conforme con su trabajo?
-La transmisión salió muy bien. En vez de nublarme, como temía, me fui arrimando al micrófono como un jugador al que le salen bien las jugadas iniciales y va tomando confianza. Me ayudaron mucho (Néstor) Ibarra, (Fernando) Niembro, Ricardo Jurado, los que estaban en la cabina… en fin. Todo el equipo ahí y desde las conexiones fue muy solidario. Era el comienzo de una etapa que haría historia en la radiofonía pero en ese momento no éramos conscientes de eso.
-Ahora, a la distancia, ¿qué elementos sostuvieron aquel proyecto que, como bien dice, terminó haciendo historia?
-La calidad del equipo, sin dudas. Ibarra, que decía como nadie desde (Enzo) Ardigó; Niembro, que ya se sabe ve muy bien el fútbol; Jurado, que impactaba con esa voz de los locutores argentinos que siempre fueron mi locura… Y los otros integrantes, empezando por (Adrián) Paenza y pasando por (Alejandro) Apo, (Marcelo) Araujo, Eguía, De Turris, Ruprecht, (Diego) Bonadeo…
-De todos los que nombra, con el único que mantiene hoy un entredicho es justamente con Diego Bonadeo.
-No sé ni sabré nunca que pasó. Todas las personas que no me quieren tienen un motivo y las entiendo. Pero Bonadeo padre no, salvo que fuese todo un tema la estúpida discusión que hubo hace años sobre (Carlos) Bilardo y (César) Menotti… Pero ese es un asunto tan chiquito que no creo. Me cuido en la discusión para no herir a su hijo Gonzalo, con quien tengo una muy buena relación, pero a veces me desaliento con las cosas que dice. Así que prefiero salir de ese tema.
-Volviendo a aquel equipo, entonces, y a su presencia en particular: ¿cómo lo trató el periodismo en esa época?
-Le debo mucho, como ya lo he dicho. Me convirtieron en algo supuestamente exitoso antes de que fuese más o menos cierto.
-¿Y por qué cree que pasó eso?
-Pienso que era por embromarlo a Muñoz, que en esos años tenía mucha gente adversa por la relación que se le atribuía con el gobierno. En ese contexto yo era la contra.
-¿Usted qué opinión puntual tiene sobre Muñoz?
-Cuando murió hacía tiempo que estábamos a buenas, en una relación cordial. En algunos asuntos era un tipo generoso. Mi mujer le tenía simpatía porque en los viajes Muñoz se ocupaba de todo, era protector, y yo que soy cómodo lo dejaba hacer.
-Pero la relación no fue siempre cordial.
-Es verdad. Al principio estuvo más tensa y ocurrió aquello del disco de los goles del Boca campeón con Maradona que la división Discos de Canal 7 me encargó a mí, y no sé si fue él o algún allegado que fue a reprochar que le dieran el trabajo a un zurdo extranjero, tupamaro, y no a él. Pero para mí aquel disco fue un bautismo, un reconocimiento excepcional. Pero lo que digo: más adelante estuvo todo bien con el Gordo.
-Y en los viajes, dice, era solidario.
-Absolutamente. Era súper-organizado y tenía un técnico increíble, el Gordo Martí, con el que me hicieron grandes gauchadas en transmisiones internacionales. Así que lo que digo, estábamos bien cuando murió. Y diez años después de su muerte estuve en una misa y me enojé bastante, porque salvo Falcón y algún otro no habían ido unos cuantos que le debían mucho. Cosas de la vida, miserias como las de la radio que el Gordo hizo grande y que a poco de morir prescindió de su hijo Carlos Alberto. Eso es no tener corazón ni gratitud.
-Para desarrollar una relación cordial con Muñoz, sin embargo, usted debió obviar el tema político.
-Los voy a sorprender y por ahí peco de idiota frente a muchos, pero tengo la teoría de que Muñoz era un ingenuo. Peligroso, porque de vez en cuando tenía poder y sé que era bravo. Pero era ingenuo.
-¿En qué lo advertía?
-En que era débil frente al poder, que para mí es todo un tema desde que yo era muchacho. El Gordo los veía realmente como tipos importantes, valiosos. Y él quería ese poder para hacer cosas, en el peor de los casos para lucirse. Por supuesto que los que sufrieron tanto en aquella época no están para considerar ni perdonar supuestos ingenuos. Le encantaba el contacto con el poder, pero le sacaba jugo a su manera, los usaba para hacer cosas que él creía que estaban bien. Conseguir cosas que para otros eran imposibles. Estoy casi seguro de que ganó mucho menos dinero que (Mariano) Closs, Niembro, yo mismo, Araujo….
-Usted sostiene inclusive la posibilidad de que fuese utilizado…
-La relación con el poder militar cuando se es una figura tan expuesta, tan popular, es casi inevitable en tiempos de dictadura.
Salvo los que están en la plena pelea y sus familias, los que permanecen lúcidos digamos, a los demás les gana la inercia, la vida continúa. Así que si no fuera en ese contexto no se entendería lo que fue el “fenómeno Muñoz”. Quizás me olvido buena parte de la película pero lo que digo es como lo siento ahora.
-A propósito, ¿cómo vivió esos años de la dictadura argentina?
-Cuando llegué ya se había debilitado. Se hablaba con frecuencia de los desaparecidos. En el mundo del fútbol todavía se le temía a (Carlos Alberto) Lacoste y a mí me cayó entonces la ficha del mundial. Pero se daba a entender lo que pasaba. Estaba la gloriosa revista Humor, en las transmisiones le fuimos dando lugar a “Cada loco con su tema” y ahí se bajaba línea bastante. Yo me mandé de entrada con una frase jugando con la canción “A desalambrar” de Viglietti… El contexto seguía siendo complicado pero había margen para las provocaciones que supiesen encontrar un límite. A eso se jugaba. Y los militares terminaron consumando el desatino de Malvinas buscando la salvación de un régimen ya deteriorado.
-¿Y usted? ¿Cuándo supo que iba a quedarse?
-Antes de los dos meses de estar aquí, a mediados de abril.
Yo siempre fui muy trasnochador, y después de aquel 3 a 0 de Boca sobre River en la Bombonera, cuando Diego Maradona lo dejó desparramado al “Pato” (Ubaldo) Fillol y a mí en el relato me salió “¡que sea, que sea!”, en un kiosco de diarios, casi al alba, vi la tapa del Diario Popular: “Tatatata, Boca 3-0”. Sentí una alegría y un alivio enormes, porque era una especie de bautismo de popularidad. Siempre recuerdo esa tapa. Yo existía en la temida y adorada Buenos Aires, porque nadie titularía así si no estuviera escribiendo algo que el pueblo conoce.
-El “tatata” se impuso rápidamente como marca registrada.
-También ayudó mucho el trabajo de mi equipo. Julio Moyano conseguía que fuese a los programas más populares, como el de Minguito (Juan Carlos Altavista), como Polémica en el Bar, Cordiamente con (Juan Carlos) Mareco, el Contra de Juan Carlos Calabró, Grandes valores del tango con Silvio Soldán. Tuve una gran exposición en los medios. No sé bien si todo fue en aquel primer año, quizás mis recuerdos se mezclan, pero sí sé que se corresponden con mis comienzos y mi afirmación aquí. Tanto que cuanto finalizó el primer año me hicieron contrato por otros cuatro.
-Ahí recibió la bendición.
-Sí, eso fue fantástico, aunque había pasado un año difícil desde el punto de vista económico porque cuando llegué pasó aquello de la tablita de (José) Martínez de Hoz, así que gané la sexta parte de lo que ganaba en Montevideo. Pero por lo demás fue fantástico: empezaba a hacerme amigo de la confitería Richmond por el ajedrez, del teatro Colón, de los restaurantes, de la noche y el tango… -Y llegaba la democracia.
-Y llegaba la democracia con aquellos vientos del 80 que cantaba Rubén Juárez. Peleaba por (Raúl) Alfonsín, al que veía luchar contra los poderes corporativos diabólicos, la iglesia, los sindicatos que entonces fueron atroces, el poder económico de los egoístas de siempre. Y contra los medios, claro: yo fui de los primeros en tomar nota del cáncer de Clarín.
-Su primer año en la Argentina coincidió con la primera temporada de Maradona en Boca: ¿en cuánto influyó Diego en su carrera?
-Diego cambiaba la ecuación de todo. El y su fantástico año 81 hicieron mucho por mí. Porque Muñoz debía hacer una transmisión más periodística, debía alternar con todos los equipos, pero nosotros sólo podíamos ir con Boca y River, o mejor dicho con Boca sobre todo, porque allí estaba el mayor interés: estaba siempre arriba en la tabla.
-¿La estrategia fue diferenciarse de las otras transmisiones?
-Sí, le escapábamos al Gordo y conseguíamos oyentes cada domingo, porque además Yiyo Arangio, que era flor de relator, tenía menos radio, menos apoyo y también iba más a lo periodístico.
Maradona fue, así y desde el primer día, una ayuda estratégica que no me cansaré nunca de agradecer. Los relatos de sus goles, aun mucho antes del gol a los ingleses en el Mundial de México 86, eran un formidable desafío al intelecto, a un estilo que yo daba en el que calaba de a poco adornos y florituras que en aquella época me gustaban y sorprendían a la audiencia.
-Más allá de aquel inolvidable “barrilete cósmico”, ¿sus mejores relatos están vinculados a Maradona?
-Sin ninguna duda. No hay muchos tipos de los que un relator pueda decir cualquier cosa y eso quede bien. Con Diego todo era posible. Los mejores goles y relatos de mi vida están referidos a él. Lo he tratado muy poco, como debe ser, pero creo que he podido dejar constancia de mi amor, de mi afecto inclaudicable por todo lo que sea Maradona incluyendo su vida, su familia, su padre sobre todo, Claudia que aunque no sea ahora la mujer siempre es “la” mujer con todo respeto por la vida de Diego. Lo veo como un personaje único, con una luz interior de inteligencia fuera de lo común. Sus famosas frases no son casualidad. Es un talento especial.
-Y ahora viene Messi.
-Me cae simpatiquísimo Messi, me parece el mejor del mundo lejos hoy día, pero aunque acepto gustosamente que es la primera vez que aparece un tipo que puede igualarlo, la prematura comparación me molesta. Diego sigue siendo intocable. Los he visto y relatado a ambos y digo que aún Diego es el del altar, y Messi el Mesías.