A partir de la Ley de Medios se convirtió en el periodista más influyente de los que apoyan al Gobierno. Víctor Hugo Morales revela el costo social de su postura, explica el cambio de Kirchner y critica a Scioli y a la oposición.
La ley antiterrorista o la lentitud en sacar la ley de despenalización del aborto.
¿Por qué Kirchner cambió tanto respecto a Clarín?
Cambió cuando sintió que tenía mucho más poder que al principio. Porque siendo un peleador, sintió que le mojaban la oreja en cada exigencia. Por eso hablar de Kirchner es una cosa en el «mientras», y otra muy diferente cuando tenés la película completa.
El quiebre político, entonces, tuvo una consecuencia provechosa para el oficialismo: a la edad en que los mortales se jubilan, Víctor Hugo se consolidó como el pedagogo más influyente y masivo de una pelea contracultural. Y fue la única voz que, a diferencia de 6, 7, 8, habló a una audiencia que no estaba previamente convencida. Así, VH saltó un cerco comunicacional, que también fue la salida de su zona de confort. Se le armó una guerra fría con sus colegas de Continental, y discutió hasta la incomodidad con Magdalena Ruiz Guiñazú, mientras el entrevistado Ricardo Alfonsín invitaba a «discutirlo en privado». «Agradezco esta etapa aún con el constante riesgo de la exposición», sostiene.
¿Qué fue lo peor que le pasó desde que tomó una postura tan jugada?
Algún grito lejano, una señora que me dice algo por lo bajo, un insulto murmurado, miradas de hielo en algún sector, descalificación de algunos colegas y acusaciones falsas de los medios dominantes y sus servidores.
¿Qué es el kirchnerismo?
Es la izquierda del peronismo. Perón liquidó las izquierdas como se las concibe en Uruguay y Chile. Generó por sus propios caminos la dignidad que reclamaban los de abajo. El kirchnerismo mantiene esas banderas, pero las perfila más decididamente hacia la izquierda.
¿Pero no depende en exceso de CFK? Si el sucesor presidencial fuera Daniel Scioli sería otra la historia, ¿o no?
Sí. Scioli, que ha sido leal más allá de lo que pensábamos todos, no es un hombre capaz de encarar una sola de las peleas que encararon los Kirchner. Los partidos tienen personas muy fuertes y la aparición de continuadores es difícil. Por ahora, sin Cristina hay dispersión. Teniendo a gente valiosa, no ha perfilado a ninguno capaz de nuclearlos a todos.
¿Apoyaría un intento de reforma constitucional que permitiera otra reelección?
Ése es un gran lío en mi cabeza. Un rebrote de la derecha me enferma de sólo pensarlo, pero que la izquierda no sea capaz de darse más oportunidades que las que ofrece Cristina también es difícil de aceptar.
Con la oposición tan desarticulada, ¿por dónde pasarán las nuevas fricciones de poder?
Los grandes medios serán siempre el gran adversario. Usarán a Moyano, si se deja. Son la punta de lanza de todas las aspiraciones liberales. Los únicos que tienen continuidad. Los demás vamos y venimos: Gobiernos, programas, periodistas…
Pero tampoco son infalibles. Cristina arrasó con todos los medios en contra.
Si 44 de cada 100 personas no votaron al Gobierno –al cabo de una etapa de bonanza e inclusión, más jubilados, asignación universal, criterio soberano, retorno de científicos y generoso presupuesto en educación–, entonces no fracasaron tanto.
Sobre la Ley de Medios: todavía no generó nuevos medios o voces, y hay artículos que no se aplica, más allá de los trabados judicialmente. ¿Qué cabe esperar de la ley?
La ley triunfó en generar conciencia. Pero el corazón de la ley es antimonopólico, y si no se cae la cautelar del artículo 161 (la que fija un tope de licencias por medio) habrá un inevitable desencanto. Pero el recuerdo será siempre de inmensa utilidad. Se convirtió en la primera bandera de la juventud en democracia e incomodó al poder real.
Ahora se sancionó otra ley que declara de interés público la producción del papel, ¿no hay riesgo de que se premie y se castigue con su distribución?
¿Por qué sería mejor para la democracia que el papel esté en manos de Magnetto y no en las de una comisión bicameral integrada por todos los bloques? El testimonio de todas las víctimas, el dar el papel al precio que ellos fijan y a quien ellos quieren los convierte en el azote del diablo. Bueno, son el diablo…
Satanás, nada menos, es la figura que elige Víctor Hugo para corporizar al grupo que lo indigna y excita y, de paso, para cerrar la entrevista. Pero contrariémoslo: si su principal adversario político y existencial es el diablo, quién es entonces Víctor Hugo, y cuál representa la mejor versión de sí mismo: ¿el locutor, el periodista deportivo, el analista político, el «concientizador» o el melómano? «Creo que el relator es bueno, siempre me sentí un poco artista en eso», admite.
¿Y el resto de sus facetas?
En todo lo demás, me considero tan sólo un aspirante a contribuir a un mundo mejor.