Es un periodista que no conoce grises. Contundente, polémico y verborrágico, Víctor Hugo Morales habla con El País antes de un histórico balotaje en Argentina. «Con el kirchnerismo no le ha ido mal a nadie», sentencia. Las elecciones, la guerra con el Grupo Clarín, el vínculo con Uruguay, la vida en dictadura, el Frente Amplio. Todos los temas en la potente voz que divide aguas en el Río de la Plata.
Víctor Hugo Morales es mucho más que un periodista: es un símbolo. El símbolo de una Argentina partida al medio. En la división entre adeptos al gobierno y quienes lo odian (así, sin eufemismos), él quedó parado en la primera vereda. Se convirtió en el periodista favorito del kirchnerismo pero no por su inigualable verborragia, cultura general y conocido pensamiento de izquierda, sino por la histórica guerra que mantiene con el poderoso Grupo Clarín, mucho antes de que los Kirchner siquiera soñaran con llegar al gobierno nacional.
Clarín lo obsesiona y no sabe por qué. Dice no tener claro el motivo por el que eligió a los medios concentrados de comunicación como «leit motiv» de su lucha. Pero tiene a «Clarín» tan presente que esa palabra brota de su boca espontáneamente a cada momento de la entrevista y sin necesidad de una pregunta que refiera al tema. Le achaca la responsabilidad de una “democracia adulterada” y no tiene reparos en acusar de “mafioso” y hasta de “el diablo” a Héctor Magnetto, CEO del Grupo.
El contraataque que recibe es mucho más severo: un juicio millonario por calumnias e injurias, otro por haber transmitido en segundo plano un partido de fútbol sin los derechos, y un constante ataque mediático. El canal TN del multimedio no tuvo pudor, por ejemplo, en decir por televisión el domicilio exacto del relator. A eso se le suma su artillería favorita: insistir en que el periodista cobra dinero del estado para manifestar sus posiciones políticas. “Esto es lo suficientemente imbécil en varios sentidos como para que a mí me preocupe”, responde.
Sobre ese punto, los hechos le dan la razón. El gobierno le ofreció contratos millonarios que rechazó, como cuando en 2010 le propuso relatar la copa del mundo. En aquel momento la discusión por la ley de medios cursaba su punto más alto y él era un referente en el debate, por lo que prefirió evitar ese vínculo con el estado. “La historia de mi vida en cuanto a mi independencia está hecha sobre la capacidad para decir no hasta por las dudas”, se vanagloria.
Cuando el gobierno rompió relaciones con el multimedio, se acercó al periodista uruguayo que desde entonces suele destacar los aciertos del modelo kirchnerista o «el relato», como lo llaman sus detractores. ¿Y quién mejor para relatar que el mejor relator de todos los tiempos?
Ese rol lo incomoda. Insiste en que se trata de una estigmatización creada por los medios dominantes de Argentina, que luego replican los uruguayos. «Yo tengo varias discrepancias con el gobierno», dice para correrse de ese lugar.
Mañana se disputará el balotaje en Argentina y los tiempos de virulenta polarización tendrán un final en las urnas. El kirchnerista Daniel Scioli y el opositor Mauricio Macri pelean por llegar al sillón presidencial. Las encuestas se inclinan por el primero, y Víctor Hugo las escucha con atención.
El periodista teme que el rumbo de la historia cambie frente a sus ojos. Le aterroriza la idea de que Mauricio Macri gane la elección y lo que es peor: que su victoria se traduzca en otros triunfos neoliberales en América Latina. «Sería tristísimo morirme con neoliberalismo», se lamenta.
En su apartamento, Víctor Hugo asoma por detrás de su netbook mientras habla por celular. Vive en lo alto de un edificio en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, el principal bastión macrista: “Hay que tener coraje para estar enfrentado al 70% de la población de derecha, que es con lo que yo convivo en esta zona de la ciudad”.
De entrecasa, es idéntico al de la pantalla. Sobrio, serio, frío y genera una distancia frente a la que es imposible tutearlo, sin importar las veces que lo solicite. Pero lo que tiene de serio, lo exhibe en respeto y caballerosidad en sus gestos. Eso sí, no puede evitar los prejuicios: «Vos debés ser liberal», opina sobre su entrevistador en un tramo de la nota.
“Sentate… Los uruguayos somos tímidos”, dice y dispara el primer tópico interesante de la entrevista. Víctor Hugo nació en Cardona (Colonia), catapultó su carrera como relator en Montevideo y luego también como periodista político en Buenos Aires. Vive allí desde hace 30 años, y se le nota: lo delatan la acentuada pronunciación de la “s” y no vivir en Argentina sino en «la» Argentina. Pero aun así, lo siguen castigando por extranjero: “Cuando a uno lo quieren aporrear o deslegitimar, pasa a ser un diferente, un judío, un negro, una mujer, un viejo… un extranjero. ¿Qué voy a hacer frente a eso? Nada, sigo para adelante y que lo padezcan los que son xenófobos”.
Víctor Hugo Morales es de los periodistas de mayor solidez discursiva que ha dado Uruguay. En el esquema actual de crispación política en Argentina, sus editoriales despiertan interés como nunca antes. Trabaja en Radio Continental, Telesur y Canal 9. Esta semana presentó su último libro: «El Rebenque del diablo», sobre el juicio que le inició Cablevisión.
—¿Se siente un uruguayo que vive en Argentina o un argentino que nació en Uruguay?
—Soy un uruguayo que ama profundamente la Argentina. Me siento uruguayo en cada palabra que digo porque soy el resultado absoluto del poder educacional del Uruguay. Mi ideología está hecha del amor por el estado uruguayo que es el que me educó y me curó. Cuando sueño, muchas veces lo hago con cosas que tienen que ver con Uruguay. Después está el complemento de 35 años de vida en la Argentina, hijos argentinos, e impregnado de los hechos argentinos.
—¿Cuáles son los rasgos de porteño que tiene incorporados?
—La noche. El gusto por el placer, un sentido hedonista de la vida propio de la gran ciudad. El uruguayo es más austero en la relación con el placer. También tengo la generosidad del porteño, que es un ser muy generoso.
—¿Más que el uruguayo?
—Mucho más. Yo creo que el uruguayo está en el bar acodado en el mostrador, entra Juan y se dice: «Llegó Juan, vamos a ver con qué va a invitar». El porteño está acodado en el mostrador y dice: «Vení Juan, ¿qué querés tomar?». Hay un detalle, pero son cosas discutibles porque cualquiera puede haber tenido una experiencia distinta.
—Por lo que se infiere en las primeras notas que dio cuando llegó a Argentina, usted se fue dolido con la sociedad uruguaya. ¿Le costó reconciliarse?
—No, con la sociedad uno se enoja según el tenor de la nota. Alguna vez he revisado cosas que he dicho y las he dicho porque el periodista me caía mal. Entonces traté de darle un sopapo con la respuesta, sin advertir que el sopapo iba más allá. Cuando estuve preso (durante la dictadura militar), la actitud del pueblo uruguayo fue maravillosa. Cuando me llevaron desde el aeropuerto, la gente sabía lo que había sucedido, me veía y me tiraba flores. Con la gente yo no tenía ninguna bronca. Todas las veces que me llamaron a trabajar, fui. Nunca dejé de tener relación con los periodistas que me llaman.
—Me refiero al episodio en el Estadio Centenario en 1985, donde recibió un abucheo al poco tiempo de haberse ido a vivir a Argentina, y luego se expresó molesto con los uruguayos.
—Yo creo que fueron 300 o 400 personas de 50.000. Estimo que era un grupo de gente de derecha. En su momento quizás respondí tontamente sobre ese tema. La gente no perdona aporteñarte, irte, que les des la espalda. Es probable que la visión aporteñada sobre mí pudiera generar recelos, celos, envidias, que no escapan a esa manera un tanto austera que tenemos de ser, donde caben ese tipo de sentimientos.
—¿Qué le dejó la experiencia de hacer televisión en Uruguay en 2006 y 2007 por Canal 10?
—Fue maravilloso. Pero desde que han estallado estos temas (polémicas sobre política y medios) no me volvieron a llamar. Me gustaría, aunque no lo necesito laboralmente porque no tengo un solo día libre en mi vida. También se han hecho eco de vez en cuando de los temas en los cuales desde aquí me quieren dejar mal parado sin haberme llamado. Nunca nadie me llamó para decirme «che, ¿esto es así?».
—¿Cuál es la imagen que piensa que tienen los uruguayos sobre usted hoy?
—Totalmente intoxicada. Tenemos (en Uruguay) un sector periodístico muy alineado a los sectores dominantes de Argentina. Han informado tomando a los personajes de aquí que me denostaron y le dieron cabida y continuidad a informaciones de Clarín y La Nación. Así generaron el estigma que también tengo para muchos argentinos.El uruguayo de la derecha es fácilmente contaminable contra un tipo que piensa lo que pienso yo, y está destinado a no quererme nada. Yo ya viví una experiencia de ese tipo cuando hice la campaña por el Frente Amplio en el 99 y me echaron.
—¿En el 99 usted no apoyó al Nuevo Espacio, que en ese entonces estaba por fuera del Frente Amplio?
—Yo salí del Frente Amplio con (Rafael) Michelini y volví al Frente Amplio con él. Yo creo haber sido factótum cuando en el Nuevo Espacio se produjo la duda de qué era lo que iban a hacer en un balotaje. Crucé cartas con Michelini diciéndole “de ninguna manera, esto es así…”. Rafael me dijo “no te vayas que esto se va a arreglar muy bien”. Efectivamente se arregló con su retorno al Frente Amplio. Ese año hice una parte importante de la campaña por el Frente Amplio, y en Canal 12 donde yo trabajaba se enojaron enormemente conmigo. Me pagaron hasta el último peso pero estaban muy enojados, nunca más vi a un directivo. Recibí cientos de cartas con unos insultos increíbles. Así como en Argentina me dicen que soy extranjero, en Uruguay me decían “si vos te fuiste no podés opinar”.
—¿Y qué piensan los uruguayos de izquierda sobre usted?
—En la izquierda tenemos un problema increíble, que es que sabemos lo que es el periodismo burgués pero es el que se consume. Entonces debe haber muchos que compraron la idea absolutamente estigmatizante de que yo soy un personaje totalmente funcional al gobierno argentino. Y como el gobierno argentino está visto por un sector de la izquierda y no minoritario como algo fuertemente negativo, yo me he quedado bastante solo en la posibilidad de aprecio que puedan tener por mí.
—¿En ningún sentido siente que es funcional al gobierno?
—No, eso es lo que creés vos, eso es lo que creen en Uruguay. Piensan que siempre salgo en defensa del gobierno. Esto no es así de ninguna manera. Es el estigma que ellos han creado. Yo no estoy de acuerdo en todo lo que dice el gobierno: lo combato por la ley de despenalización del aborto, por la ley antiterrorista, por los acuerdos con Monsanto. Son temas gruesos, y después están las discrepancias de lo cotidiano.
—¿Su enfrentamiento con el Grupo Clarín no lo convirtió en funcional al kirchnerismo?
—No, al contrario. Yo he tenido una lucha contra un medio en soledad total denunciando su carácter mafioso, sus robos. Yo tenía una cordial relación con (Néstor) Kirchner que se contaminó cuando vi que tenía una buena relación con Clarín. Después cuando el gobierno en 2008 se levantó contra Clarín, encontré por fin el espacio político afín a lo que yo siempre dije. No me gusta decirlo porque parece soberbio, pero en todo caso yo peleé contra Clarín siempre y el gobierno peleó desde el momento que se creyó con un poder político fuerte para hacerlo.
100% VHM
>»No sé qué dicen los portales de mí, no miro televisión y no manejo Twitter. No padezco lo que de afuera se puede pensar que obstruye mi vida. Sé que pasan cosas porque la gente me dice ‘aguánteles, Víctor Hugo'».
>»No tengo vida social porque quita espacios para los placeres. A la gente le gusta salir a comer, y yo no tengo interés. Mi vida social es mi mujer y mis hijos. Estos años me limaron las relaciones que aprendí que no valían la pena y que mantenía por cortesía social».
>»El tipo más fuerte del periodismo deportivo de América es Paco Casal, un viejo amigo. Nadie jamás me hizo una oferta como la que me hizo él. La rechacé porque es un jugador importante en la discusión de derechos y de cosas en las que he construido mi vida profesional. Hoy tengo la libertad de coincidir con él en su pelea con la porquería de la Conmebol, pero si fuera su empleado y ganara buen dinero, no podría opinar».
—¿Cómo definiría a Cristina Fernández de Kirchner?
—Me parece una mujer extraordinaria que tiene que lidiar con el rechazo machista, sobre todo de la mujer. Puso la vara muy alta para una mujer burguesa, de clase media alta. Es madre con una extraordinaria relación con sus hijos, es independiente y dueña del poder en un mundo de varones. Es una política fuerte, que siempre tuvo una actitud que parecía soberbia, como toda persona segura de sí misma. Para la mujer promedio es casi un insulto. Cuando una persona se dispara hacia determinado tipo de valores, el ser más mediocre se queda para atrás y no lo puede tolerar, entonces tironea hacia abajo a la persona que denuncia su mediocridad o la pobreza de sus aspiraciones. Ella una mujer con inmenso coraje que ha luchando contra todos los poderes locales sin doblegarse. Termina con una imagen positiva del 50% al cabo de 12 años del kirchnerismo. Cada voto de (Daniel) Scioli es de Cristina, no hay votos de Scioli en el 37% de la última elección.
—¿Le gustaría que Uruguay tuviera una presidente como ella?
—Yo vi en Constanza Moreira una mujer extraordinaria y me hubiese gustado que tuviera una oportunidad. Cuando aparece un personaje como ella, me informo de cosas que ha dicho y me enamoro de su discurso. Otra mujer que me gusta muchísimo es Mónica Xavier. Cualquiera de las dos podría ser presidenta.
—¿El kirchnerismo en Argentina ha hecho más que el Frente Amplio en Uruguay?
—Ha tocado muchos más intereses: los de la Iglesia, militares, medios de comunicación, sectores conservadores. Por eso es que los respingos fueron mucho más grandes. El Frente Amplio ha tenido una sensibilidad de izquierda pero no ha apretado en el pus. Yo esperaba un tercer período profundizando lo que el Frente Amplio ha hecho, pero no estoy viendo que ocurra. Tenía la esperanza de que este tercer período acentuara las discrepancias reales que tenemos contra el poder establecido. Yo creo que hay méritos, pero de vivir en Uruguay posiblemente estaría más impaciente. Los querría más en acción.
—¿Cuál fue su primera impresión cuando conoció el resultados de la elección de octubre, desfavorable para el gobierno K?
—El diario La Nación, tomado por medios uruguayos, dijo que yo había puesto cara de sorpresa, pero no fue así. El jueves antes de la elección le hice una entrevista a Daniel Filmus (dirigente kirchnerista), y antes de la entrevista me dijo que las encuestas daban esa diferencia. Yo ya sabía. Nunca me manifesté sorprendido. Tengo la idea de que el gobierno tiene en contra mínimamente al 55% de la gente. No me sorprendería que fuera el 60% y por eso a Scioli le costó superar el 40%. Es muy fuerte lo que se ha generado. En cuatro años de gobierno de Cristina Kirchner los medios de comunicación llevan más o menos 20.000 zócalos de mentiras y 1.300 tapas de diario en contra.
—Pero en 2011 el gobierno también tenía a los medios en contra y ganó con el 54%…
—Sí, pero pasaron cuatro años. ¿Sabés lo que son cuatro años en el ritmo político de estos tiempos con la locura de mentiras que tiran los medios? No hay ni una sola noticia de carácter político o económico en la que Clarín y La Nación no mientan total o parcialmente. Una percepción que ellos desarrollaron es que hay inseguridad y que la gente se está matando, pero nunca hubo menos crímenes en Argentina que ahora. La única vez que La Nación publicó números sobre este tema fue porque se entusiasmó con un dato: alguien sacó mal la cuenta y puso en tapa que en la Argentina habían tres homicidios por hora, cuando en realidad era uno cada tres horas. Son capaces de hacer eso.
—¿Cree que eso es definitorio al momento de decidir el voto?, ¿la gente vota en base a lo que le dicen los medios por encima de cómo vive cotidianamente?
—Absolutamente. La gente vota un sentimiento. Macri dice que la homosexualidad es una enfermedad y yo tengo amigos homosexuales que votan a Macri. Conozco gente que se jubiló que nunca se hubiera jubilado sin este gobierno pero lo vota en contra. Conozco gente que ha tenido la posibilidad de obtener del estado la chance de tener hijos por fertilización artificial y vota en contra. Entonces, ¿qué actúa en esa gente? ¿Hay un razonamiento? No, hay una percepción profundamente negativa de gente que vota por los medios de comunicación.
—¿Por qué no pensar que hay gente a la que le ha ido mal con este gobierno y prefiere cambiar?
—Es que no le ha ido mal a nadie: Jubilados, hay el doble que en otra época; niños, nunca hubo asistencia universal para ellos como ahora; laburantes, nunca hubo una proximidad a números tan distantes de la época neoliberal como ahora; mujeres, tuvieron leyes de género y de femicidio. No cabe duda de que la gente vive muchísimo mejor que antes, y sin embargo vota en contra. Y vota en contra de sí misma porque está enloquecida de odio por la consistente y diabólica labor de los medios de comunicación. (El canal) TN es el diablo, es el espíritu de Magnetto convertido en la forma diabólica de concebir el poder.
—Usted habla de «los medios de comunicación», pero de los cinco canales de televisión abierta solamente Canal 13 es opositor.
—América TV también es contrario al gobierno y los otros son neutros. Dos de los cuatro canales que tienen penetración están en contra. Y Canal 13 tiene una audiencia muy elevada.
—Pero la audiencia no la decide el canal…
—No es verdad. Esto es un pensamiento que tenés que revisar. Desde el poder se da todo un cúmulo de información que se retroalimenta permanentemente y con una tradición muy superior a la de cualquier otro canal. ¿Vos creés que la gente elige entre un diario que tiene todo el poder y que tiene tres centímetros de alto los domingos, contra diarios flaquitos que salen con una foto gris envejecida?
—El gobierno también se ha hecho de varios medios durante estos años.
—El gobierno no tiene nada, tiene una soledad pavorosa. Es una derrota en la comunicación como nunca se vio en el mundo. En Uruguay, por ejemplo, los medios tienen una penetración ideológica mucho más formal, no enloquecen a la gente como acá. Existe la vieja trampa de los medios liberales que es hacerle una nota a los colorados, una a los blancos y una al Frente Amplio como haciéndose los tontos. O sea, 66% de cobertura para la derecha, y 33% para la izquierda. Pero por lo menos tenés el 30%.
—¿Quién piensa que va a ganar la elección?
—Las encuestas dicen que gana Macri. Yo creo que él tiene la ventaja del envión que provocó su muy buena elección y su triunfo en la provincia de Buenos Aires, que sí fue un dato sorprendente. Yo pienso que hay un 55% de la gente que no vota a Scioli, con lo cual Macri y el establishment le ganan al gobierno. Si le toca ganar a Macri moriré con la tristeza de que un gobierno neoliberal tome a la Argentina y de pensar que esto pueda tener un efecto en el resto del continente. No en Uruguay, donde las cosas se dilucidan por otros caminos. El capitalismo es un crimen perfecto, puede permitirse el retorno neoliberal con las cosas horribles de los 90 que condenaron a la Argentina a un desempleo pavoroso y una mortalidad infantil del 22%.
—¿Y qué va a hacer usted en ese caso?
—Yo no tengo nada que hacer frente a eso más que aceptarlo y seguir diciendo lo mismo. Me voy a hundir en la melancolía de saber cómo podría ser el mundo como estaba siendo lo de América Latina y cómo pasa a ser si efectivamente los neoliberales retoman el poder. Me bancaré que todo lo soñado desde la izquierda en Argentina se muera muy rápidamente y veré con angustia cómo otros procesos de América Latina pueden llegar a caer. Porque estas olas son reales. Un Twitter trucho escribió que me voy de la Argentina si gana Macri y los medios lo tomaron. Mi vida sería mucho mejor con Macri en el gobierno. ¿Qué van a decir cuando yo siga siendo opositor del neoliberalismo?, ¿que me paga quién? Pero no lo deseo porque Macri es neoliberal y el neoliberalismo mata a la gente, la posterga, la humilla, la destrata y la deja sin laburo.
—¿Cuál es el balance que hace sobre la libertad de expresión en la era kirchnerista?
—No tenemos ni el delito de injurias para que un funcionario pueda ir contra nosotros. Nadie tuvo ningún tipo de problema. ¿Hay alguien preso?, ¿hay alguien que haya perdido su trabajo?
—Usted mismo cuando era crítico del gobierno denunció que le habían levantado su programa en la TV pública (2006) por ser una voz independiente…
—Pensé que podía ser así porque lo de Botnia se había vuelto una situación crucial. En ese punto yo estaba en contra del gobierno argentino y a favor del uruguayo. Todas las mañanas las telefonistas me decían que habían llamado 2000 o 3000 personas enojadas. Yo lo hacía por convicción, estaba seguro que lo de Botnia estaba bien. Cuando me sacaron yo estaba en el nivel más alto de la discusión, así que podría haber sido que eso hubiese gravitado. Yo pataleé un poco porque me lo pidió el productor porque 50 se quedaban afuera del laburo. Me dijo: “si vos no levantás la voz estamos fritos”. Salí a pelear un poco por los compañeros y lo que tenía era “me sacan por lo que digo”. Yo estaba en el Mundial de Alemania y traté de defender lo que pude. Al volver me reuní con las autoridades del canal y me dieron su palabra de que no me estaban cortando las alas sino que había un problema con la productora. Eso quedó demostrado porque me ofrecieron hacer el programa que yo quisiera en el horario que quisiera.
Víctor Hugo – Marcos Peña
Tras dos horas de entrevista, Víctor Hugo interrumpe. Tiene su programa La entrevista decide, que se emite en vivo para el canal venezolano Telesur. Amablemente ofrece ser acompañado para seguir el diálogo después de la emisión. En el estudio lo espera su hermano José Pedro, que forma parte de la producción. Minutos después llega el invitado Marcos Peña, jefe de campaña de Mauricio Macri. La entrevista muestra a Morales igual de desenvuelto pero al otro lado del mostrador. Como era de esperar, se produce un diálogo lleno de tensión, pero en el que no se pierde el respeto. La democracia en Venezuela, el equipo económico de Macri y el rol de los medios son los temas más urticantes que aparecen sobre la mesa. La repercusión en internet no demora en llegar con énfasis en lo tirante del cruce; pero en el estudio esa sensación desaparece una vez finalizada la transmisión. El periodista despide cálidamente a su invitado, que le agradece el espacio, y luego le comenta a su equipo: “éste es un buen tipo”. Detrás de cámaras, la grieta no parece tan profunda.
—El periodista Fernando Niembro fue acusado de maniobras de corrupción en el seno del PRO, de Macri. Él fue uno de los periodistas que lo trajo a Buenos Aires, ¿cree que es corrupto?
—La política tiene márgenes de corrupción por sí misma. Yo he pensado que lo de Niembro es lo que la política necesita recaudar y no lo puede sacar de otro lado porque no tenemos una cultura en la que los ciudadanos puedan hacer aportes para sostener la política, entonces la política vive sacando dinero de lugares que son formas de corrupción que están aceptadas. Si me dijeran que Niembro hizo ese negocio para tener millones en el bolsillo me sentiría muy mal, por un tipo con el que pienso muy distinto pero con el que tengo una cordial relación. Tuve una conversación con él en la que le dije: «Fernando, yo no voy a opinar de este tema, pero no por vos sino porque yo no me meto en temas de corrupción. Estoy triste con antecedentes míos de haber metido la pata y haber hablado de corrupción injustamente».
—Pero después usted esto dijo que “no cree que haya instituciones más corruptas que el PRO”.
—Bueno, por otra parte Macri tiene un proceso horrible por escuchas, y una historia por contrabando que se solucionó por una corte amiga y quedó en la nebulosa. Por lo tanto Macri tiene dos temas con la corrupción. Además, el PRO tiene a todos los economistas que participaron en la salvaje entrega del país al poder económico internacional. En eso sí que hay corrupción porque el tiempo demostró que esto había sucedido así.
—Hace tres años, el libro Relato Oculto señalaba algunos vínculos suyos con militares en tiempos de la dictadura uruguaya. Usted entabló una demanda contra los autores pero no se presentó, ¿por qué?
—Porque entendí que lo único que hacía era fomentar la promoción del tema. Yo había pedido que fuera una cosa absolutamente sin participación periodística. No quería una situación escandalosa porque de ese río revuelto siempre se sale mal. Para colmo tenía un cólico nefrítico. Había gente que me decía «¿para qué vas a ir?» Yo estaba en la duda. Estaba enfermo y tenía miedo a la exposición. Además, la gente que tenía conocimiento del archivo de la dictadura que me dio el Estado uruguayo me decía: «Tenés un archivo que dice que fuiste un ciudadano luchador en la que ellos estuvieron mirándote de la peor manera». Si fui prohibido, preso, y además me fui del país, ¿qué tengo que demostrar? Ahí uno se da cuenta que cuando me prohibieron en el 78 es imposible que lo hicieran los dirigentes del fútbol, lo hizo la propia dictadura, o al menos lo permitió.
—En esos archivos que usted cita se plantea que la prohibición fue por parte de la AUF y que la dictadura la dejó sin efecto.
—Para eso vos tenés que creer que en una dictadura fuerte como la de Uruguay, alguien hace lo que quiere. Ellos no van a acusarse de haberlo hecho. Mi lectura es que en una dictadura severa como la de Uruguay, es imposible que a alguien limite un derecho de expresión sin el guiño del régimen. La demostración cabal de que ellos sabían es la renuncia de todos los neutrales. Cuando me rehabilitaron, los neutrales renunciaron porque se sintieron traicionados por el régimen. Habían tenido el guiño pero no fue sostenido. Cuando la opinión pública me defendió, la dictadura muy suelta de cuerpo dijo que había que rehabilitarme a mi trabajo.
—Si la dictadura lo hubiese querido mantener prohibido, ¿por qué no lo habría podido hacer?
—Porque no se sostenía. ¿O te olvidás que habían venido periodistas del exterior que transmitían por mí, y esto había tenido una trascendencia internacional que convertía la situación en un bochorno?
—Habían otras denuncias a nivel internacional que no tuvieron el mismo resultado.
—Cuando yo fui a encararlos, lo único que me dijeron es que ellos no eran. Yo siempre creí que fueron ellos, y lo sigo creyendo por el seguimiento que hacían de mi persona. Por lo menos una consulta tiene que haber hecho la Asociación. Y la demostración a mi manera de ver las cosas de que efectivamente ellos traicionaron el permiso que habían dado es la renuncia masiva de los dirigentes de la AUF.