«Víctor Hugo y Aguilar, un duelo cargado de tensión y acusaciones», tituló el periodista Andrés Eliceche la nota que describió el encuentro con el entonces Presidente de River Plate.
Por iniciativa del presidente de River, estas dos personalidades enfrentadas desde hace tiempo se reunieron el lunes pasado en PERFIL. El cruce, que duró ochenta minutos, dejó frases antológicas: “Usted está convencido de que es casi Dios”, disparó el dirigente. “Si me hubiese querido vender, me habría vendido a usted, que es comprador de periodistas”, lo cruzó Víctor Hugo Morales.
Por Producción: Andrés Eliceche.
“Yo invité al señor Morales a realizar este encuentro en River”, aclara José María Aguilar no bien se inició la charla. “Pero acepté venir al diario porque me gusta más jugar de visitante. Es más divertido, sobre todo ahora que está instalada la ‘cultura Macri’ de que no haya simpatizantes visitantes”, sigue, y de paso suelta un dardo a uno de sus enemigos predilectos. Víctor Hugo Morales lanza su primer contragolpe: “En River uno no tiene muchas garantías. No sé quién me puede esperar en la puerta, permítame que tenga miedo. Por eso no fui”.
El juego –o “la charla, la entrevista, el debate, la posibilidad que me da el diario de aclarar algunos aspectos”, dirá el dirigente– se ha iniciado. A jugarlo.
SUIZA, ESE PARAISO
AGUILAR: El inicio de mi queja es el siguiente: el señor Morales (N.de R: así lo llamó a Víctor Hugo en todo el encuentro) publicó en diciembre de 2005 que Julio Grondona me había invitado a Ginebra a ver un partido de fútbol y que, a propósito de esa eventualidad, me había negado a participar de un congreso del Foro Social (una entidad fundada en los noventa por Carlos Heller, Rafael Bielsa y yo).
Primera información mal chequeada: le escribí al Foro que no podía formar parte de ese panel porque tenía un problema familiar grave, que se tradujo en que el 20 de diciembre se muriera mi madre.
VICTOR HUGO: ¿Dónde estaba usted cuando falleció su mamá?
A: En Zúrich.
VH: En Suiza.
A: Efectivamente, porque mi mamá había tenido, gracias a Dios, un recupero…
SER Y PARECER
VH: ¿Dijo usted alguna vez que, como dirigente, jamás compraría a través de contratistas a jugadores que están a la vuelta de la esquina?
A: Claro, y esto es así. Después, cuando uno ejerce el cargo se da cuenta de que tiene que ir a comprarle a una persona X al número 2 del equipo que está a la vuelta de su casa. Porque es el jugador que le pidió el técnico, porque es el que quiero comprar, porque es el que necesita el equipo en ese momento…
VH: A alguien que declaró que no basta ser sino parecer honesto, le ofrecieron un jugador de la vuelta de su casa, que había sido comprado en 1.400.000 dólares por una empresa con la que usted y River vienen largamente relacionados. Se trata de una empresa que ha obtenido un dinero importante a través del club, a la que después usted le permitió ganar 1.600.000 dólares al adquirir a ese futbolista para River. ¿Dónde está la correspondencia entre ser y parecer en esa operación de (Gustavo) Cabral a la que me refiero?
A: En el error de su información, Morales.
VH: Mi información está lo suficientemente chequeada con propios directivos de River, como el señor Héctor Cavallero.
A: Cavallero siguió la negociación un rato y después dejó de seguirla. La negociación de Cabral se trata simplemente de un préstamo de seis meses con opción de compra.
VH: Con obligación de compra, lo dijo su dirigente.
A: (Se eleva en la silla y hace ademanes) ¡Se lo dijo mal, se equivocó!
VH: Entonces tendrá que hablar con él.
A: Noooo, Cavallero votó a favor.
VH: Cumplí con tener la información y chequearla con un dirigente de River que la admitió, quizá, sin saber la gravedad que significaba. Desde el punto de vista periodístico no hay nada vulnerable. Si usted dice que de todo esto, sumado al Locarno, se puede sentir orgulloso, yo simplemente felicito su conciencia, que es tan auxiliadora de usted mismo.
A: ¿Se bajó del púlpito?
VH: Sí.
A: (Empieza a leer el contrato entre River y Locarno por el pase de Cabral) (…) “River Plate podrá… podrá (remarca), hasta el 31 de mayo, optar por adquirir en forma definitiva la totalidad del pase”. Razón por la cual, aunque se lo haya dicho María Magdalena, está mal.
VH: Me importa la veracidad de nuestra información sobre el contrato entre River y Locarno…
A: No existe más ese contrato.
VH: …Y me importa que mis notas queden en pie.
A: ¡Usted no escucha, Morales! ¿Por qué no le interesa que existan otras interpretaciones?
VH: Aquí no hay interpretación que valga.
A: Existieron muchísimas cuestiones posteriores que cambiaron el negocio.
VH: La única manera que tiene de cambiar ese contrato es que usted esté adentro del grupo que contrata con River. No hay otra explicación. En toda mi vida de periodista, jamás he visto una cosa más escandalosa que lo que usted llevó a firmar a su Comisión Directiva.
A: Ha hablado Dios, pero después de Dios existen los abogados, los negocios… Ese fue un año (N. de la R.: 2006) en el que River tuvo profundas dificultades económicas y financieras. Cuando se va Astrada (N. de la R.: agosto de 2005), River se queda con un plantel sin la suficiente cotización internacional. Estábamos en una situación compleja, y así surgió este negocio con el Locarno (N. de la R.: el contrato fue firmado en agosto de 2006, en el que River le cedió porcentajes de seis jugadores).
El señor Pinhas Zahavi (ndr: cara visible de Locarno) es muy útil a la hora de la gestión de negocios, por eso creo que es una postura inteligente tener vínculos con él. Decir esto es antipolítico, Morales, pero es absolutamente sincero.
(Largo silencio, se miran fijo)
LA DOBLE MORAL
VH: Cada una de mis notas tiene como fundamento la crítica general al fútbol, en la que está inmerso River particularmente, y el acoso que usted realiza al periodismo. Teníamos pactada esta reunión desde hace diez días, y usted en ese lapso ha hecho declaraciones a la agencia Télam amenazando con escribir la historia de la doble moral de un periodista…
A: (Interrumpe) Y la voy a escribir.
VH: Sobre historias de la doble moral podemos divertirnos mucho todos.
A: A propósito de la nota que usted publicó ayer (N. de la R.: el domingo 9), tan encantadora, me gustaría aclarar algunos conceptos.
VH: A usted lo que le cuesta entender es cuál es la función del periodismo. Usted es uno de los hombres más reporteados del país. Tiene a la radio La Red a su disposición, nunca recibe ataques de “Clarín”, y por los comentarios que tengo –ya que no leo todos los diarios– tampoco recibe ataques de los diarios que son dueños del fútbol. Entonces, cada vez que recibe una crítica, no entiende que ésta es la función del periodismo.
A: De todo lo que dijo, lo único que me consta es que no lee los diarios.
UNA EMPRESA SINGULAR
VH: Tengo entendido –pero no corroborado, por lo cual no lo escribí– que la venta de Marco Ruben a una empresa que apareció de Canadá, llamada Top Players –cuyo titular no puso el documento de identidad en los contratos–, se hizo para poder cerrar el balance 2006-2007 del club y tener la posibilidad de un ingreso a futuro…
A: Está mal. Esa empresa canadiense, que manejaba Fernando Hidalgo, intentó comprar al jugador.
VH: ¿Pusieron en el balance esa supuesta venta de Ruben?
A: Sí, y ahora lo mejoramos.
VH: Incluir esa operación en el balance fue una jugada de la dirigencia.
A: Estábamos convencidos de que lo vendíamos.
VH: Entonces, convencido de que va a vender, puede armar setenta balances positivos.
A: No, él (N. de la R.: por Hidalgo) estaba convencido de que lo iba a vender. Pasa que después apareció el club Villarreal, cuando ya se había caído la operación de la empresa canadiense.
VH: ¿Y qué le pasó a la empresa canadiense?
A: Dejó de pagar. Muchas veces, los empresarios pierden plata en el fútbol.
VIOLENCIA Y BARRABRAVAS
VH: En River uno puede toparse con un barrabrava que está empleado, como ha sucedido.
A: No hay barrabravas empleados en el club.
VH: Los hubo.
A: No por mi responsabilidad.
VH: Usted está comprometido frente a la opinión pública en todos los temas irritativos que afronta River: apropiación indebida de tributos, violencia extrema y continua –a partir de la denuncia de los propios barrabravas de que la Comisión Directiva les daba dinero–, y está probado que había barrabravas empleados en el club. Mis apreciaciones están refrendadas por los hechos, y son elucubraciones de las que me hago responsable frente a los lectores. Ellos dirán si soy un macaneador o si merezco una cuota de prestigio.
A: Usted está convencido de que es casi Dios.
VH: Le agradezco el análisis psicológico, lo tenía por abogado, no por psicólogo.
EL PRECIO DE UN PERIODISTA
A: Como a usted le llegan informaciones, a mí también. Como las que dicen que su criterio respecto del fenómeno televisivo no tiene que ver con una cuestión personal, sino con responder a determinados intereses que están buscando obtener los derechos económicos del fútbol argentino.
VH: Doctor, si yo me hubiese querido vender, me habría vendido a usted, que es comprador de periodistas. Alguna vez dijo que le pagaba 10.000 pesos a un periodista.
A: Por asesoramiento.
VH: ¿Qué clase de asesoramiento puede ofrecerle un periodista a un club y después hablar como periodista? Usted declaró: “Tal periodista (no voy a nombrarlo) se distanció del club porque River dejó de pagarle. El cobraba 10.000 pesos por mes en concepto de asesoramiento institucional. En diciembre de 2005 el club interrumpió ese vínculo. A partir de ese momento, cambió la opinión de ese periodista”. Así que si yo me quiero vender, empiezo por Aguilar. Hágame una oferta y vemos cuál es el precio que puedo tener.
A: No hago ofertas por periodistas.
VH: Si tengo ese interés espurio, al primero que me voy a vender en la República Argentina es a usted.
A: No va a encontrar comprador. De la misma manera le digo que si alguna vez tengo interés en los derechos televisivos del fútbol argentino y tuviera que elegir a alguien como vocero, probablemente lo consultaría.
Entre ejércitos de traje, histrionismo, ironías cruzadas y citas a Sartre
Todo terminó. El aire de la sala empieza a aliviarse. De pronto, Aguilar da media vuelta y regresa a la oficina. Busca un maletín. Alguien le muestra uno, pero él se niega a tomarlo: “A ver si me llevo algo que no es mío y Víctor Hugo me acusa de ladrón”, ironiza. Es la segunda vez, apenas, que lo llama por su nombre. Todavía sentado, el periodista suelta una sonrisa leve: “No exagere, doctor”, contesta en tono amable. Ahora sí, Aguilar se va.
Tanto tiempo. Recién bañado, Víctor Hugo es el primero en llegar a la cita, con ese paso cansino, tan suyo. Se cruzan casualmente en la entrada de la redacción, después de años de evitarse, y el apretón de manos parece protocolar. Con traje de rigor, el presidente de River no anda solo, lo acompaña un ejército: dos abogados, un escribano y un camarógrafo que registra todo. “Por si me editan mal”, se justificará después. Víctor Hugo viene con Mario Caballero, su eterno asistente.
La tónica del encuentro vira del galanteo y la cita erudita a la acusación destemplada. Intercambian datos duros sobre causas judiciales, discuten sobre moral y astucia, sobre pericia y convenios millonarios, sobre investigaciones y jugadores. Aguilar se para, gesticula, aplaude: “Hable usted solo, si está acostumbrado a estar en una mesa, con tres o cuatro que le dicen: ‘¡Qué bien, Víctor Hugo! ¡Qué bien, qué inteligente!’”. El otro no se inmuta: “No sea histriónico, doctor, que es un papelón”, responde.
Dialéctica. De a ratos, Aguilar elude la diplomacia: “Su negocio es el escarnio, usted es un patotero”, azuza. De pronto, elige la filosofía: “Advierto la dificultad que marcaba Sartre de los que tenemos que arremangarnos para tratar de solucionar las cuestiones. Eso de poner los brazos en la mierda”. La devolución queda servida en bandeja: “No las ha puesto en la mierda, doctor, las ha hundido, y ese es un problema que yo no le puedo resolver”, lo remata el periodista.
Hasta pareciera, en un punto, que se estuvieran divirtiendo.
Son las 7 de la tarde de ese lunes. Con su voz marca registrada, Víctor Hugo abre Competencia en radio Continental, como cada tardecita. “Fue una conversación de sordos”, le cuenta a su audiencia.