Gracias a los colegas amigos asociados a COMUNANET por la crítica a mi último libro sobre Papel Prensa.
La descripción minuciosa, a lo largo de cuarenta años, de la apropiación de la empresa Papel Prensa, da sustento al periodista Víctor Hugo Morales para definir a una porción muy significativa del aparato judicial argentino como un shopping que “vende fallos al mejor postor”.
En “Papel prensa: el grupo de tareas. Medios, jueces y militares en la mayor estafa del país”, publicado por Colihue, el autor recorre cada una de las secuencias de este acontecimiento decisivo en la construcción del Grupo Clarín como un polo de poder político y económico capaz de jaquear a las instituciones y condicionar a la democracia.
La obra del periodista y escritor nacido en Cardona, Uruguay, en 1947, toma como punto de partida el momento en que Eduardo Durruty, corresponsal de Clarín en Nueva York, recibe en agosto de 1976 el llamado en el que Héctor Magnetto le ordena reunir toda la información posible sobre las acciones de Papel Prensa ubicadas en esa plaza por el empresario David Graiver, quien había muerto poco antes en México, en un supuesto accidente aéreo que tiene las trazas de un crimen.
“Con el enorme capital de la información que disponía de las fuentes militares, Magnetto se puso en acción cuando aún no habían recuperado el cadáver de Graiver. No hubo tiempo ni ámbito propicio para discutir si había sido la CIA, respondiendo a una solicitud proveniente de la Argentina, la causante de la extraña caída del aparato”, dice Morales.
La historia de la apropiación encierra el padecimiento individual de personas de las que el autor quiere mantenerse cerca, tal vez para que la magnitud del hecho político, que impacta plenamente en el presente y en el futuro de los argentinos, no deje en segundo plano a las víctimas directas, a las personas de carne y hueso. Así lo hace por ejemplo con Rafael Iannover, uno de los accionistas despojado no sólo de la materialidad sino también de su instinto de vida, en las cuevas de la represión ilegal: “A un caballo se lo doma y en la jineteada aprende. A un hombre se lo humilla, se lo lleva de mal en peor, se le roba el sosiego, le arruinan la esperanza, lo vacían. Lo dejan como a él, un hombre alto y bien plantado, que allí, de pie ante las paredes, de espaldas al sol y al aire levemente amarillo de la primavera de agosto, anda prefiriendo que lo maten”.
De aquellos crímenes de los grupos de tareas que la dictadura cívico-militar puso al servicio de Magnetto y Bartolomé Mitre, de La Nación, Morales va deslizándose hasta llegar al período actual, en el que los mismos empresarios gozan a pleno del control de una porción significativa del sistema judicial, que falla a su medida.
Las acciones ya en la segunda década del siglo XXI tienen otro formato, dice el autor, pero su sentido es el mismo. Ante el fallo del juez Julián Ercolini, en 2016, que sobresee a los acusados (avalado por la Cámara Federal porteña en los días en que el libro estaba saliendo a circulación), “la Secretaría de Derechos Humanos, a cargo de un funcionario de apellido Avruj, desertó de su obligación de apelar”.
“Entre la titánica tarea de denuncia que se impuso Eduardo Luis Duhalde con su equipo y el desdén de época de Avruj hay una ofensa tan hiriente como la picana que las víctimas de Papel Prensa debieron soportar. Es el pasado que vuelve, victorioso y socarrón”.