Susana Rinaldi y una carta conmovedora

 

A Víctor Hugo. El Nuestro.

Que en estos tiempos de trueques y fantasmas, que difícilmente nos abandonen, un ser humano como usted, cuya altura acaba de elevarse un poco más (si eso fuera posible), y no solo ante mis ojos, es un símbolo de esperanza que orienta mis horas a continuar andando por la vida, sabiendo que en entre otras pocas cosas por memorar su hombría de bien, vale la pena transitarlas.

Estoy agradecida de haber merecido su respeto alguna vez, porque luego de asistir como argentina al bochorno que un descarriado sin remedio nos ha hecho sufrir a quienes nunca imaginamos que la miseria humana – después de los horrores vividos- pueda aún manifestarse en nuestra comunidad, parte de la cual vive francamente consternada a causa de este vulgar exabrupto.

Ante los ataques legionarios talibanes (no se me ocurre otra calificación), siento que así como en este caso -y por cualquier medio- distintos personajes, en forma tan vertiginosa y solapada agreden nuestra decisión de pensar y actuar como mejor creemos, sin por ello desear ofender a quienes no comparten nuestro parecer.

He andado por el mundo y sigo transitando terreno desconocido. No logro comparar con ningún país en que los he vivido, esta forma de complot permanente con el cual pretenden asustarnos día a día, como si fuéramos gente sin la mínima capacidad de discernimiento social, político y cultural para haber elegido lo que consideramos el modelo de gobierno que nos satisface. El complot que señalo nos descalifica desde un gotero envenenado que deposita diariamente su maldad en cada uno de nosotros.

Seguimos preguntándonos hasta cuándo sufriremos este embate. Sin embargo, imagino etapas mejores que, a pesar de todos los agoreros, no tardarán en llegar. El tiempo de descuento empezó hace nueve años.

Mientras tanto, permítame Víctor Hugo que, como conciudadana rioplatense, le pida disculpas por el nuevo agravio que usted inmerecidamente recibe en mi tierra. Pero debe saber que son consecuencias de vivir, como usted lo hace, al compás de las vibraciones de un pueblo maravilloso como el nuestro que, en entre otras realidades, aprendió a soportar en su gallinero algunos gansos y gallinas que, por falta de ideas, pelean espacio con el primer cerdo que se equivocó de chiquero, y está desesperado por comer.

Reciba usted mi afecto entrañable y consideración habitual.

Susana Rinaldi